Pocos son los libros como Frankenstein que han tenido una gran repercusión entre el público con una desproporción tan grande entre el escaso número de lectores y el porcentaje de personas que, sin haberla leído, creen conocer la obra...
Buscando entre montones de libros descatalogados y abandonados de esos paraísos que son las librerías de segunda mano, encontré la novela Frankenstein (Anaya,1.982) y... me hizo ojitos, algo que me pasa muy a menudo con según que libros. Solo empezar a leerla, me abastecí de todos los instrumentos que utilizo a diario y me sentí como el creador de la historia que cose y pega a su criatura. Necesitaba un lápiz para anotar las principales impresiones y varios fluorescentes para subrayar las frases clave, que en esta obra son muchas y muy interesantes. El resto, ya os lo podéis imaginar... Me propuse disfrutar como una enana...
Ni es un relato de miedo, ni Frankenstein es el nombre del monstruo
Y lo más sorprendente, ¿cómo puede ser que 200 años después de su publicación la novela de Frankenstein siga triunfando?
Varias y múltiples han sido las adaptaciones a la pantalla que han acercado el mito a todos los públicos. No hay un niño, ni un adulto, que no relacione el nombre del monstruo con un ser de color verde con clavos rematando todo su maltrecho cuerpo, pero la escritora nunca utilizó esos términos para describir a su personaje principal y uno de los datos más insignificantes y llamativos que me sorprendió fue leer que tenía el pelo largo. Tampoco, en ningún momento de la narración, Mary Shelley lo bautiza con el famoso nombre de su fundador, porque Victor Frankenstein es el estudiante de medicina que le da forma y vida a la criatura, al contrario de lo que se cree popularmente. El monstruo, el ser, la bestia o como quiera que la escritora lo defina, no está creado para matar, asustar o intimidar a la gente, aunque sí que impresiona por sus características físicas, sobre todo por la envergadura y deformidad de su cuerpo. El propósito de su creador fue la investigación del cuerpo humano a través del estudio de las ciencias médicas, temas que le interesaban profundamente a la escritora y que plasma en los primeros capítulos de la novela. Cuando Victor Frankenstein finaliza su trabajo, desencadena una serie de sucesos que son las consecuencias de haber expuesto a la criatura a toda suerte de desgracias y, es entonces cuando le toca al monstruo sentir y explorar todo lo que le ofrece el mundo. Sin embargo, asimilar que su "padre" lo ha abandonado presa del delirio que le supone el resultado final de su experimento, unido a la frustración de no sentirse amado por su aspecto físico, es lo que le mueve a perseguir a su creador hasta la extenuación con un firme propósito: la demanda de la felicidad.
Hasta que Victor Frankenstein no acceda a sus peticiones el monstruo no dejará de matar a las personas que lo rodean.
"Las alteraciones de la vida no son ni mucho menos tantas como la de los sentimientos humanos. Durante casi dos años había trabajado infatigablemente con el único propósito de infundir vida en un cuerpo inerte. Para ello me había privado de descanso y de salud. Lo había deseado con un fervor que sobrepasaba con mucho la moderación; pero ahora que lo había conseguido, la hermosura del sueño se desvanecía y la repugnancia y el horror me embargaban"
Página 50
El vocabulario de la escritora es tan rico que te transporta a cada uno de los escenarios mientras conoces a los personajes. La extraña unión que se crea entre el lector y la historia es, precisamente, por las distintas voces que va tomando la narración, pasando del frío al calor, de la rabia a la sorpresa, de la locura a la esperanza.
En el 2.018 se cumplieron 200 años de su publicación (ni más ni menos) y leerlo ha supuesto una conexión extraña con la autora, que refleja el entorno social de la época en la que está basada la novela, así como las contradicciones y frustraciones que ella mismo sintió mientras la escribía. Mary W. Shelley fue una pionera y eso le supuso marcar la diferencia en una sociedad que no estaba preparada para que la mujeres pensaran y mucho menos para que sus opiniones se hicieran públicas. Pero hay muchos más matices que unen la ficción con la realidad en esta magnifica novela, ¿estás dispuesto a conocerlos?
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