Se ha convertido un ritual acudir al libro Sangre en los estantes del añorado Paco Camarasa antes de empezar a leer cualquier novela de género negro. Así lo hago cada vez que paso mis dedos por la decena de libros pendientes y esta vez, la recomendación del autor ha querido que conozca a Deon Meyer y su particular inspector de policía Benny Griessel.
"Borracho, pero se aguanta" Página 254
Si hay un denominador común en las historias de polis y malos es el alcohol. Cada vez que asoma la patita me pregunto cuanto de verdad tendrá este mito y en que grado la ficción hace estragos en la reputación del cuerpo policial. En esta novela, al protagonista le está jugando una mala pasada, sin embargo, no es el único personaje al que sus excesos con la bebida le han pasado factura literariamente hablando. Hace unos años, cuando leía a Henning Mankell y comprobaba la eficacia que tenía Kurt Wallander para resolver los casos, me sorprendía la capacidad de aguante de este hombre para ir a trabajar todos los días borracho. Harry Hole, el arrogante inspector de Jo Nesbo, fuma y es alcohólico, y aunque intenta sustituir sus adicciones con entretenimientos menos peligrosos como leer a Jim Thompson, muy pocas veces consigue su propósito de mantenerse sobrio. Los míticos Sam Spade o Philip Marlowe empinaban el codo que daba gusto leerlos, pero ellos vivían en otra época y parece que, al mitificarlos, le perdonemos sus excesos. Las bebidas alcohólicas ocupan un gran número de páginas dentro de la novela negra, camufladas entre delincuentes, asesinatos, secuestros y noches de insomnio.
Sin embargo, para el inspector de policía sudafricano Benny Griessel, el alcohol se ha convertido en un grave problema, y de los gordos. Tanto que la novela comienza con el ultimátum que le da su esposa para abandonar el domicilio conyugal después de que, borracho y aturdido, le pegara una bofetada delante de sus hijos. Once años de eternas borracheras y solo seis meses para desintoxicarse. El inspector está en la cuerda floja y estará así durante toda la trama del libro, sopesando entre la posibilidad de tomar una copa a escondidas o padecer el delirium tremens que le supone la abstinencia del alcohol.
Me he quedado fascinada con la trama y el estilo narrativo del escritor Deon Meyer. A parte de situarnos en un contexto histórico retratado por la Sudáfrica posterior al Apartheid, nos muestra el creciente problema que tienen las colonias negras para integrarse en la sociedad blanca. Un problema que sigue palpitante y se arrastra pese haber pasado mas de 20 años del cambio político.
En El pico del diablo, el autor narra tres historias paralelas que, como es de esperar, acaban encontrándose en la parte final del libro. Thobela Mpayipheli ha padecido la peor de las pesadillas, su hijo de 9 años ha sido asesinado y la policía no ha podido detener a los delincuentes. El ex militar formado en terrorismo urbano decide actuar por su cuenta y vengará la muerte de Pakamile buscando a todos y cada uno de los pedófilos para matarlos con un instrumento un tanto peculiar por su simbolismo africano, una lanza assagai. Su campo de actuación es demasiado extenso, parece que Ciudad del Cabo no tenga fin, y las víctimas van sucediendo demasiado rápido, por eso la policía lo tendrá extremadamente complicado para seguirle la pista. En capítulos posteriores, Christine desgranará poco a poco su situación actual después de que su hija de tres años haya desaparecido. Su condición de prostituta de lujo no se lo pondrá fácil, aun así buscará una rendición para la persona que la ha perseguido y humillado que mantendrá en tensión al lector hasta la última página. ¿Hasta qué punto es capaz de llegar una mujer para salvar a su hija? Y en medio de las dos historias, el inspector Griesel luchará contra la corrupción policial y sus demonios internos y externos.
Sin saberlo, me he encontrado con una historia trabajada e interesante, un escenario nuevo y muy negro y una trama intensa y rápida con picos de acción en diferentes partes del libro. Deon Meyer ha creado unos personajes frescos ampliando el abanico de detectives e inspectores que ya conocía y, aunque el razonamiento suene simple, es su forma de escribir lo que más me ha gustado. Sé que si sigo leyéndolo puede aspirar a convertirse en uno de mis escritores de cabecera favoritos, como lo son una decena de autores de novela negra que han ido escalando peldaños hasta posicionarse en los intocables de mi biblioteca. Ahora tengo que meditar si realmente quiero que entre en mi círculo o no...
Sin embargo, para el inspector de policía sudafricano Benny Griessel, el alcohol se ha convertido en un grave problema, y de los gordos. Tanto que la novela comienza con el ultimátum que le da su esposa para abandonar el domicilio conyugal después de que, borracho y aturdido, le pegara una bofetada delante de sus hijos. Once años de eternas borracheras y solo seis meses para desintoxicarse. El inspector está en la cuerda floja y estará así durante toda la trama del libro, sopesando entre la posibilidad de tomar una copa a escondidas o padecer el delirium tremens que le supone la abstinencia del alcohol.
Me he quedado fascinada con la trama y el estilo narrativo del escritor Deon Meyer. A parte de situarnos en un contexto histórico retratado por la Sudáfrica posterior al Apartheid, nos muestra el creciente problema que tienen las colonias negras para integrarse en la sociedad blanca. Un problema que sigue palpitante y se arrastra pese haber pasado mas de 20 años del cambio político.
En El pico del diablo, el autor narra tres historias paralelas que, como es de esperar, acaban encontrándose en la parte final del libro. Thobela Mpayipheli ha padecido la peor de las pesadillas, su hijo de 9 años ha sido asesinado y la policía no ha podido detener a los delincuentes. El ex militar formado en terrorismo urbano decide actuar por su cuenta y vengará la muerte de Pakamile buscando a todos y cada uno de los pedófilos para matarlos con un instrumento un tanto peculiar por su simbolismo africano, una lanza assagai. Su campo de actuación es demasiado extenso, parece que Ciudad del Cabo no tenga fin, y las víctimas van sucediendo demasiado rápido, por eso la policía lo tendrá extremadamente complicado para seguirle la pista. En capítulos posteriores, Christine desgranará poco a poco su situación actual después de que su hija de tres años haya desaparecido. Su condición de prostituta de lujo no se lo pondrá fácil, aun así buscará una rendición para la persona que la ha perseguido y humillado que mantendrá en tensión al lector hasta la última página. ¿Hasta qué punto es capaz de llegar una mujer para salvar a su hija? Y en medio de las dos historias, el inspector Griesel luchará contra la corrupción policial y sus demonios internos y externos.
Sin saberlo, me he encontrado con una historia trabajada e interesante, un escenario nuevo y muy negro y una trama intensa y rápida con picos de acción en diferentes partes del libro. Deon Meyer ha creado unos personajes frescos ampliando el abanico de detectives e inspectores que ya conocía y, aunque el razonamiento suene simple, es su forma de escribir lo que más me ha gustado. Sé que si sigo leyéndolo puede aspirar a convertirse en uno de mis escritores de cabecera favoritos, como lo son una decena de autores de novela negra que han ido escalando peldaños hasta posicionarse en los intocables de mi biblioteca. Ahora tengo que meditar si realmente quiero que entre en mi círculo o no...
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