miércoles, 11 de abril de 2018

POR MUCHO QUE DUELA

             No hay mayor placer que altere mis sentidos que pasear entre libros, un tarde de primavera, sin prisas. Y si además, la selección que la librería ofrece es buena... el tiempo y el dinero pueden irse la mano. No me pesan.


Cuando entro en este bucle literario me detengo y hojeo un volumen tras otro. Quiero una prosa que excite mis sentidos. Cojo y suelto libros sin ton ni son. Realmente no se lo que busco, aunque sepa perfectamente lo que quiero. 
Y lo encuentro cuando lo veo arrinconado, medio escondido, acompañado pero, al mismo tiempo, vacío. Es un libro que me está mirando, posiblemente desde hace un buen rato, y yo no me había dado cuenta. Menuda torpeza la mía, espero que esto me sirva más adelante para aprender a distinguir las conexiones. En cuanto lo saco de su soledad y lo abro por una página cualquiera, ya no lo puedo soltar. Miro a mi alrededor, lo aprieto, ¿en serio no lo ha visto nadie más? A continuación, analizo la portada y lo primero que pienso es en la suerte que he tenido, este libro es un tesoro. No fallo. Soy buena en esto y se que he dado en el clavo con este.

                 ¿Quien es esta persona que me remueve por dentro? ¿De donde ha salido este escritor? Aunque me esfuerce en recordar su nombre, aunque lo lea una y otra vez, y mire y remire la portada y contraportada, lo más seguro es que dentro de unos meses se me haya olvidado por completo. ¿Que sigo meses? Seguramente semanas. Pero no es lo importante. Lo importante es la huella que acaba de dejar en mi. 

Tyler Knott Gregson se prendó del olor de una máquina de escribir en un anticuario. Le faltó tiempo para comprobar que la máquina se encontraba en perfectas condiciones, pidió papel y elaboró su primer poema allí mismo. El primer poema con el que empieza este precioso librito... "¿Y si somos la respuesta y el amor la pregunta? ¿Y si todo este tiempo éramos nosotros lo que se suponía que debías encontrar?" Él afirma en la introducción que después de componerlo se enamoró. Yo también. 


                

Este pequeño, práctico y manejable libro, es tan sencillo y cómodo de leer que te sorprende por la facilidad con la que vas pasando las hojas, con la desenvoltura de los poemas, con el sentimiento implicado y la capacidad de aceptación que lo envuelve. De repente, como si se tratara de una bofetada, te cuelgas de la composición que pueden crear las palabras sin la necesidad de una rima al uso tal y como conocemos. Inesperadamente, te encuentras suspirando por unos versos cortos de una profundidad exquisita. 

Versos que hablan de la vida, del amor y de los miedos. De las vivencias y los sueños. Del amor que se perdió y del que nace. Del pasado. De la pasión. De vez en cuando te sorprende un página en negro con cuatro palabras: "te echo de menos". Y te detienes en ella como si hubieras leído la frase más profunda del mundo. Y el sentimiento es de que no querer pasar la página y perder el momento que has evocado, porque ese momento revive una situación y un recuerdo. Más adelante una ilustración acompaña los versos. Cuanto más azúcar más dulce.
Todas las páginas regadas con mucho mimo hacen que nazca un libro como este.




"Debes saber esto, y recuérdalo cuando las noches parezcan largas o los días cortos o el espacio entre los minutos se contraiga y se expanda entre nosotros: allá a donde vayamos, hagamos lo que hagamos, dejaremos un rastro detrás de nosotros para que el mundo lo vea. Quemaremos blanco en el azul de cielo, y ni un alma será capaz de resistirse a la huella que habremos dejado"
Página 97

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