"Llevo años despertándome con dos sentimientos encontrados, uno de alegría y otro de tristeza. La alegría de haber tenido éxito en mi profesión, de haber ganado mucho dinero, de tener una casa preciosa y una vida familiar feliz. Pero también la tristeza de comprobar que mi pueblo está en lo hondo del barranco. A los que hablan mi lengua y a los que profesan mi religión, no se les tiene en consideración y, con frecuencia, los aborrecen. Pertenezco por nacimiento a una civilización derrotada y, si no quiero renegar de mi mismo, estoy condenado a vivir con esta mancha en la frente"
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Conocí la obra de Amin Maalouf por su libro Identidades Asesinas y desde el momento en que finalicé su lectura supe que sería uno de mis escritores predilectos. Maalouf predica sus valores con la sutileza propia de los grandes maestros y remueve los sentimientos del lector de una forma intensa e inesperada. Las historias que construye sobre un argumento ficticio son tan verosímiles que te da la sensación de conocer a los personajes como si fueran amigos de toda la vida y, lo más importante, siempre se aprende de sus lecturas.

Adam recibe una llamada en medio de la noche. La noticia de la inminente muerte de su amigo de la infancia lo pone sobre aviso, y es que, en su lecho de muerte, Mouarad le suplicará que vaya a visitarlo para solucionar el distanciamiento que los ha separado durante más de veinte años. La elección no le resultará fácil, pues la comunicación con Mouarad ha sido siempre una fuente de conflictos debido a su fanatismo religioso, no obstante, impulsado por su pareja, Adam decide volver a su país y reencontrarse con él. Sabe que, realizando este viaje, es posible que tropiece con los fantasmas de pasado y también es posible que se abran viejas heridas, pero es consciente de que debe de hacerlo.
"Cuando en tu país no puedes ni trabajar, ni recibir cuidados médicos, ni tener donde vivir, ni estudiar, ni votar libremente, ni decidir lo que opinas, ni tan siquiera ir por la calle como te apetezca, ¿de que vale vivir en él? Es tu país quien tiene que cumplir una serie de compromisos, que te consideren un ciudadano con todas las de la ley y que no padezcas ni opresión, ni discriminación, ni privaciones indebidas. Tu país y sus dirigentes están en la obligación de garantizarte esas cosas; en caso contrario, no les debes nada".
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El relato que ha construido Amin Maalouf se distribuye en dos partes: la base de la narración está a cargo de una tercera persona que describe los momentos y situaciones desde fuera. Este narrador externo le irá contando al lector las circunstancias que vive el protagonista cuando se reencuentra con cada uno de sus amigos, los cambios en los que se encuentra el país, las costumbres que ha olvidado con el paso del tiempo y toda una serie de pequeños elementos para sentirnos cómodos y ubicados en el contexto.
Para comprender los sentimientos que desbordan a Adam, el escritor ha creado una voz en primera persona que lee las anotaciones que el protagonista hace en su diario. Estos momentos hacen que el lector viva, como lo hace el protagonista, los dos mundos en los que se mueve su cabeza, rodeado de los recuerdos de su infancia con los conflictos bélicos y religiosos siempre presentes, y su confortable vida actual en Francia, luchando por ser cada día mejor en su profesión y compartiendo piso con su pareja extranjera. Ambas lecturas envolverán al lector en un micromundo lleno de gente peculiar y muy diferente, que nos recordará que lo más importante para ser feliz es ser tolerante con el resto de gente que nos rodea.
Aunque Amin Maalouf cree mil argumentos sobre historias ficticias, sus relatos estarán marcados por la visión que tiene Occidente sobre Oriente y sus costumbres dirigidas, invariablemente, por la religión. 518 páginas divididas en 16 capítulos que rebosan sabiduría, humildad, amor y mucha cultura. Cultura sobre los países orientales y los sentimientos que les causan a los inmigrantes sentirse lejos de su hogar.
Siempre me ha fascinado la historia de las hermanas Brontë, nacidas en el seno de una familia inglesa del siglo XIX. Cuando pienso en ellas, me las imagino viviendo en una casa de ladrillo rojo, en lo más alto del pueblo de Haworth, rodeadas de niebla y humedad, y escribiendo bajo el amparo de una vela o del fuego familiar.
La vida de Charlotte, Anne y Emily estuvo marcada por las desgracias desde muy temprana edad. Después de morir su madre con 38 años a causa de un cáncer estomacal, cuatro de las cinco hermanas fueron enviadas a un internado alejado de la ciudad condal. La forzosa salida del hogar, junto con las pésimas condiciones en las que tuvieron que sobrevivir, hicieron que regresaran a casa poco tiempo después de su marcha. Las primogénitas, Maria y Elisabeth, no lograron superar la epidemia que acosó a la mayoría de la población y murieron a las puertas de la adolescencia presas de la tuberculosis.
Es a partir de este momento cuando la escritora Ángeles Caso toma las riendas de la historia de esta familia talentosa y escribe un libro sobre la extensa y, a la vez, corta vida de las hermanas Bronte.
"Por más que las niñas llorasen, protestasen y cayesen enfermas, no había nada que hacer. La señorita Andrews y el reverendo Wilson no dejaban de recordarles a diario su condición: todas ellas carecían de recursos económicos, y estaban obligadas a acostumbrarse a una existencia dura y a aprender lo imprescindible para casarse algún día o ganarse la vida como maestras o institutrices"
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Para conocer más a fondo la vida de la familia Brontë, Ángeles Caso ha dispuesto en su libro Todo ese fuego (Editorial Planeta, 2.015) varios detalles del periodo histórico en el que vivieron y el contexto de las circunstancias en las que crecieron. Al mismo tiempo, con los conocimientos adquiridos narra las inquietudes y los gustos de cada uno de los miembros de la familia, centrándose en las tres hermanas escritoras.
Con los años, la personalidad de Charlotte, Emily y Anne empezó a reflejarse en su talento y nacieron las famosas novelas Jane Eyre, Cumbres Borrascosas o La dama de Wildell Hall.
Charlotte repudiaba en extremo la enseñanza, una profesión a la que estaban abocadas la mayoría de las adolescentes del siglo XIX mientras que Anne, con un carácter un tanto introvertido, se decantaba por el estudio y la poesia. Emily, las más familiar de las tres, optó por criar a su único hermano Branwell Brontë, que resultó ser la oveja negra de la familia. Sus frustraciones a la hora de abarcar los talentos en los que su hermanas destacaban y el desengaño amoroso que tuvo con una mujer casada, lo hundieron en el alcoholismo y lo empujaron a consumir drogas. Poco tiempo después murió aquejado de sus adicciones con 31 años de edad, y tan solo con unos meses de diferencia le siguió la joven Anne, que ya había escrito el libro de poemarios junto a sus hermanas y dos novelas que le supusieron el salto a la fama. La corta vida de la joven estuvo desprovista de todo elemento romántico y esto se refleja en su novela Agnes Grey, donde la mayor parte del libro esta sumido en una melancolía constante. En el periodo que duro el luto por el joven Branwell, Emily desarrolló los mismos síntomas que habían llevado a sus hermanas a la tumba y acabó falleciendo de la misma dolencia en el año 1.848. Charlotte fue la más longeva de las hermanas. Llegó a contraer matrimonio después de despedir a cuatro pretendientes, y tuvo la oportunidad de ver como sus novelas, entre ellas la famosa Jane Eyre eran reconocidas y aplaudidas por la sociedad. Pero a los 38 años, y estando embarazada, murió de tuberculosis, la misma enfermedad que se había llevado por delante a la mayoría de la familia.
Pese a todas las dificultades por las que tuvieron que atravesar por ser mujeres en un campo donde los hombres las dominaban, las tres hermanas hicieron de la literatura el motor de su vida y gracias a esta pasión nacieron sus famosas novelas. Todo ese fuego comprime la vida de las hermanas Brontë, pero, para conocer realmente su vida, no hay mejor biografía que la que nace de las páginas de los libros escritos por cada una ellas.
A la gente le gusta viajar. Cada vez está más de moda coger una mochila, buscar el vuelo más barato y correr una aventura, sea en el país que sea. Eso sí, occidental.
Cuando la gente me pregunta cual será mi próximo destino y les cuento que me muero de ganas por conocer Irán, todos, sin excepción de uno solo, se echan las manos a la cabeza: ¿¿Otro país árabe?? ¡¡Mira que hay sitios por visitar!! ¡¡Siempre vas al límite!! ¡¡Pero si Irán está en guerra!!
Mi cara de sorpresa los sorprende todavía más. Si fumara, me encendería un cigarro y les tiraría el humo a la cara. Creo que eso es lo que haría Marjane Satrapi en mi lugar y sería lo más acertado. Pero yo no soy Marjane Satrapi y tampoco fumo, aunque sí que me gustaría explicarle a más de una persona el por qué de mis decisiones y mis gustos, para que así, la próxima vez que hablen sin saber, piensen antes de hacer el ridículo.

Cuando la escritora e ilustradora Marjane Satrapi nació en el año 1.969, Irán era un país libre y laico. Sí: libre y laico, como lo son en la actualidad cualquier país europeo o sudamericano. En estos momentos en que los extremistas islámicos están tan de moda, todo el mundo habla de cuando en Egipto se usaba la minifalda o en Beirut las discotecas abrían hasta las tantas de la madrugada. Teherán era una de esas capitales con carisma, heredado de las huellas culturales que habían dejado siglos de conquistas, con una arquitectura envidiable y una sociedad llena de inquietudes que avanzaba en busca de cambios. Sin embargo, la libertad de la que gozaba su pueblo se vio truncada en el año 1.979 cuando estalló la denominada "Revolución islámica": tras varios meses de revueltas, huelgas, protestas estudiantiles y manifestaciones, el último sah de Persia fue derrocado. Los iraníes salían de décadas de dominación política influenciados por Europa y Estados Unidos, y exigían cambios en su nación, pero desgraciadamente la alegría les duró poco, pues se toparon con la política represiva y extremadamente religiosa de los líderes islámicos que entraron en el poder, camuflados bajo un estado democrático poco estable y menos fiable. Comenzaba un nuevo y turbulento periodo político en Irán.
De la minifalda al integrismo, de la corbata a la barba larga
Marjane no entiende cómo de la noche a la mañana han podido suceder tantos cambios. Tiene once años y en cuestión de días, los colegios han sido el blanco de los líderes religiosos que están obligando a los niños a obedecer unas normas contradictorias y represivas. Saben que en la educación está la base para formar a futuras mujeres sumisas y a pequeños hombres soldados, es por eso que los manipulan y adoctrinan volviendo a viejas costumbres religiosas, como la de llevar el velo bajo pena de muerte para las mujeres y dejarse crecer la barba para los hombres. Los jóvenes ven como las Universidades son cerradas temporalmente "en previsión de repasar los conceptos que en ellas se estudia" y las familias se desesperan cuando se enteran de que las embajadas están custodiadas: nadie puede entrar ni salir del país.
Y rodeados de incertidumbre y temor, el pueblo iraní todavía no sabe que lo peor está por llegar. En 1.980, solo un año después de subir al poder, los integristas islámicos hicieron que sus aliados chiitas de Iraq se sublevaran contra Saddam Hussein e iniciaran, empujados por la presión, un enfrentamiento entre los países vecinos. Con el tiempo que hacía que Saddam quería invadir Irán, esta situación fue el pretexto perfecto para atacar un país completamente desorientado. La invasión árabe volvía a producirse y los ciudadanos rebuscaban en la historia el momento cuando, 1.400 años atrás, los árabes los atacaron en una cruenta guerra despojándolos de sus tradiciones y costumbres. Sin embargo, en este caso y debido a la incompetencia de los lideres políticos, la única invasión islámica era la del propio gobierno iraní, que abocó a su país hacia una guerra innecesaria durante 8 años.
La novela gráfica de Persepolis narra los acontecimientos vividos en estos años a través de la visión de la propia escritora, que divide el libro en cuatro capítulos, contándole al lector cómo fue desarrollando la visión de su país desde fuera del mismo. Cuando la situación se volvió insostenible para los padres de Marjane, decidieron enviarla a estudiar a Austria con una amiga de la familia y, fue en este periodo de aprendizaje, donde afloraron todo tipo de sentimientos, controlados e incontrolables, que le harían sentir ira y rabia contra su país de origen y un desprecio total por las tradiciones y cultura del país de acogida. La adolescencia no fue un mero tramite en la vida de Marjane. Su adicción al hachís y la falta de orientación a una edad tan vulnerable la sumieron en una depresión que culminó en la indigencia. Su conflicto interior era más grande que cualquier motivación superficial, así que volvió a Irán pese a que no sabía cómo sería el recibimiento.
"El régimen había comprendido que si una persona salía de casa pensando... ¿el pantalón es bastante largo? ¿llevo el pañuelo bien puesto? ¿se me ve el maquillaje? ¿me darán latigazos? Ya no se preguntaba... ¿dónde está mi libertad de pensamiento? ¿Dónde está mi libertad de expresión? ¿Es soportable mi vida? ¿Qué sucede en las prisiones políticas? Normal, cuando se tiene miedo se pierde la capacidad de análisis y de reflexión, nuestro pavor nos paraliza. Por eso el miedo ha sido siempre el motor de represión de las dictaduras"
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Durante los últimos 24 años, los medios de comunicación se han esforzado en mostrar una cara de Irán contradictoria sin explicar en profundidad que, la revolución que nosotros conocemos por islámica, en realidad fue una rebelión democrática donde todos los ciudadanos salieron a la calle para luchar por sus derechos. La diferencia entre las clases sociales, la pobreza en la que estaba sumida el 70% de la población, la falta de libertad de expresión y el aumento constante de presos políticos, hicieron que la promesa de un nuevo gobierno, democrático y libre, tuviera más sentido que nunca. Durante unos meses, los iraníes vieron como sus sueños se cumplían, pero los gobernantes, con los dirigentes religiosos a la cabeza, los volvían a someter a un régimen dictatorial y represivo, siendo Occidente el mayor cómplice. En la actualidad, las protestas por el elevado costo de la vida ponen a Irán, de nuevo, en el punto de mira. El pueblo sale de su reclusión y vuelve a manifestarse en contra de la política del ayatolá Ali Jamenei, recriminándole el aumento de la pobreza y la corrupción dentro de su gobierno. Su descontento es justificado, los ciudadanos no cuentan con una oposición dentro del parlamento que luche por sus derechos, pues los portavoces han sido amenazados o están en el exilio. Irán está intentando despertar de una pesadilla larga, pero todavía queda mucho camino que recorrer. ¿Cual será su final?
"La raza no es biología; la raza es sociología. La raza no es genotipo; la raza es fenotipo. La raza importa debido al racismo. Y el racismo es absurdo porque tiene que ver con el aspecto de uno, no con la sangre que corre por sus venas"
Página 441
De nuevo, la feminista, escritora y dramaturga nigeriana, Chimamanda Ngozi Adichie, nos da una lección sobre el comportamiento del ser humano a través de Ifemelu, la protagonista de su novela Americanah.
Es un hecho que la escritora de este libro es negra, perooo negra, negra. De esos negros que tienen hasta las palmas de las manos de color negro. Su pelo es indomable y... negro. Sus ojos son dos destellos del mismo color. Y, entre tanta oscuridad, una ristra de dientes blancos sobresale como un halo de luz. Si tuviera confianza con ella, se los contaría porque, cuando sonríe, parece que tenga más que cualquier mortal. Ella camina, un día cualquiera, por la ciudad de Lagos para contarnos que nadie la mira, pese a que es terriblemente bella. Su cuerpo pasa inadvertido, su silueta se funde con el resto de ciudadanos que cogen el autobús o salen a comprar el pan. Pero, y aquí es donde viene el ejercicio al que nos quiere someter, esta misma persona se traslada en el espacio y en el tiempo a otro país ubicado en el hemisferio norte del planeta Tierra. Establece las misma pautas de comportamiento y rutina que le preceden, camina con la misma ropa peroooo, cuidado, ya no es tan fácil pasar desapercibida. Su color de su piel atrae las miradas de los transeúntes que, sin conocer cual es su misión en un país extranjero, la juzgan por el simple hecho de existir. Con una inoportuna mirada nace el racismo.

Ifemelu está sentada en una peluquería norteamericana. Mientras la peluquera le trenza el pelo afro, la protagonista de esta historia se dedica a repasar su vida desde que llegó a Estados Unidos, hace ya dieciséis años. Su salida de Nigeria con una beca debajo del brazo le auspiciaba un camino estudiantil seguro, pero la realidad se hizo patente nada más llegar a Estados Unidos. La falta de recursos económicos unida a la carencia de valores que se empeñaba en demostrarle la sociedad a diario, fue la consecuencia de una caída en picado y sin frenos hacia una profunda depresión. Ifemelu había tocado fondo. Había aceptado trabajos que costeó con su dignidad y se encontraba sola en un mundo completamente ajeno a ella con una mochila vacía de sueños y esperanzas. La única manera que tenía de salir del agujero era contarle al mundo sus experiencias, el duro camino que supone integrarse en un país que camufla un problema social como es el racismo pero que, al mismo tiempo, se esfuerza en hacerlo patente día a día, en los grandes detalles. Con la creación de un blog comenzó a analizar todos los aspectos que van unidos a la raza, al racismo, a la segregación y la inmigración. La joven Ifemelu marcaba un precedente para su comunidad. Sus textos se leían en institutos y universidades, se analizaban a conciencia y obligaban a la gente a pensar de manera diferente. Su talento la convirtió en una persona famosa, independiente y segura de si misma, además de proporcionarle una estabilidad económica muy superior a la media. Una nueva Ifemelu volvía a nacer lejos de hogar. Pero al mismo tiempo, las contradicciones, tan presentes en la vida de un emigrante, la obligaban a volver la vista atrás para recordar los orígenes y con él, la adolescencia en la ciudad de Lagos, sus padres y las condiciones de vida precarias, los largos paseos por caminos de tierra hasta llegar a la Universidad y el sorprendente descubrimiento de su primer amor.
Con Chimamanda Ngozi Adichie y a través de Ifemelu, el lector experimentará las subidas y bajadas de un mundo vacío, superficial y poco hospitalario como lo es el nuestro. Caminará por las entrañas de dos países totalmente diferentes y se angustiará con las decisiones de la protagonista, aunque también vivirá en primera persona sus amores y triunfos, se encariñará con personajes carismáticos como Obinze o la tía Uzu, y conocerá como vivió la comunidad afroamericana el cambio político de un país con el ascenso al gobierno del presidente Obama. La segregación de las clases sociales es un hecho con el que Estados Unidos aparentemente lucha, aunque con poco éxito. Ifemelu conocerá a mucha gente diversa en su periplo norteamericano, se enamorará de diferentes hombres, luchará contra sus propias adversidades y, finalmente volverá a su país. Más de 10 mil kilómetros separan Estados Unidos de Nigeria. Seis horas y media de diferencia horaria que marca el amanecer de un país a otro y millones de personas que se despiertan a diario bajo el mismo sol, sabiendo que son diferentes simplemente por el color de su piel. Ya no cuentan los triunfos, las medallas o los logros. Una persona negra, seguirá siendo negra por mucho que su inteligencia supere la media, y siempre existirá una persona blanca que juzgue a toda una comunidad por su raza. ¿Cambiará esto algún día?
"Cuando quieres unirte a un prestigioso club social, ¿te preguntas si tu raza será un obstáculo? Cuando vas de compras a una buena tienda, ¿te preocupa que te sigan o te acosen? Cuando solicitas un crédito en un banco, ¿esperas que, cómo consecuencia de tu raza, se te considere poco solvente? Si usas palabras malsonantes ¿piensas que la gente puede opinar de la incultura de tu raza? Si te da el alto un agente de tráfico, ¿será por tu raza?"
Página 452
EL DIOS DE LAS PEQUEÑAS COSAS
Los gemelos Rahel y Estha son los protagonistas de esta historia basada íntegramente en la India. Los dos hermanos, a los que le separa una diferencia de edad de 18 minutos, han tenido la suerte de nacer en una familia india sin problemas económicos, donde la abuela materna se erige como fundadora de una empresa de conservas y, el patriarca de la familia es funcionario y entomólogo. Sin embargo, detrás de esta apacible situación que a la mayoría de familias indias les daría una tranquilidad próxima a la perfección, se esconde la verdadera vida que envuelve las casas de puertas para adentro, es decir, la aceptación en el círculo familiar de los malos tratos, el estigma que supone para una mujer india divorciarse de su marido, el machismo como pilar de cualquier casa y el abuso sexual a los menores de edad.
Cada uno de los personajes de esta historia tendrá que convivir con los prejuicios que supone vivir en esta India ficticia (basada, claro está, en la real) y asimilar los traumas que les causará la toma de cada una de sus decisiones.
"Rahel miraba a Estha con la curiosidad de una madre que mira a su hijo mojado. Una hermana a su hermano. Una mujer a un hombre. Un gemelo a otro gemelo. Se le ocurrieron dos ideas al mismo tiempo: Que era un desconocido desnudo con el que se había topado por casualidad y que era alguien a quien había conocido antes de que la vida comenzara; alguien que la había guiado nadando para salir del adorado vientre de su madre"
Página 92
Sin ser altamente descriptiva pero acertando profundamente en las descripciones, El dios de las pequeñas cosas le va indicando al lector el camino que va tomando la vida dependiendo de las decisiones que toman sus personajes.
Los términos empleados por la escritora para contar las diferentes situaciones vividas están elegidos para hacer que el lector piense y se sitúe perfectamente en el contexto de la historia y en cómo la ven los ojos de dos niños a las puertas de la adolescencia. Mientras leía, me parecía que todo el libro era una tragedia ligada a un juicio previo. Por ejemplo, cuando el tío de los gemelos regresa a India después de estudiar en Oxford y toma el control de la empresa de su madre, el machismo se apodera de la unidad familiar hasta tal punto que es capaz de repudiar a su hermana y expulsarla de casa por enamorarse de una persona de casta inferior. Así que, presionada por las circunstancias, Ammu, la madre de los gemelos, decide separarlos y el tiempo hace que no se reencuentren hasta 23 años después, cuando Estha ha perdido toda la confianza en sí mismo y vive recluido en un mundo lejano lleno de soledad sin poder comunicarse con nadie. Rahel, en este tiempo, deambula sin sentido, se casa con un extranjero, viaja con su marido y regresa de nuevo a la India con la palabra fracaso tatuada en sus ojos pero con un motivo concreto: su hermano ha sido "devuelto" a casa y quiere reunirse con él.
Después de estudiar la vida de la escritora, posiblemente el personaje que más se identifique con ella sea la trepidante e inquieta Rahel. Nos obstante, todos y cada uno de los sujetos que aparecen y desaparecen en la novela, transmiten pinceladas de lo que significa la vida para Arundhati Roy. Una mujer valiente, comprometida con la política de su país, activista que protesta contra las pruebas de armas que realiza el gobierno indio en diferentes estados, arquitecta y bohemia. Escritora, guionista y trabajadora social. Un batiburrilo de definiciones que parece que no tengan que representar a la misma persona, pero que la agrupan en un solo ser.
Pocas cosas hay que me hagan disfrutar tanto como poder dedicar un día completo a la lectura de un libro. Buscar un sitio cómodo, con buena luz, abrir la primera hoja, oler las páginas y dejar que las horas discurran como transcurre la historia que sujeto entre mis manos. Mi único objetivo es cerrar el tomo cuando haya llegado al final y las palabras me lleven a los agradecimientos, que leo siempre prestando mucha atención. (Me gustan, soy rara). Al mismo tiempo, mi mente es una contradicción continua, pues esa sensación de placer que me produce invertir una jornada completa en devorar, apuntar, pensar y transcribir dicho libro, se transforma en compasión cuando pienso en la cantidad de tiempo que ha dedicado el autor a su obra. Es decir, en un día de lectura me he fundido lo que le ha costado cuatro años de escritura a la autora de este libro. Por lo tanto, me parece sumamente injusto y, aunque no me voy a autoflagelar por ello, me consuelo pensando que éstas cosas no solo me pasan a mi...
"La memoria era como aquella mujer del tren. Loca, porque se dedicaba a examinar cuidadosamente cosas oscuras, guardadas en un armario, para luego emerger con las más insólitas: una mirada fugaz, un sentimiento, el olor del humo, un limpiaparabrisas, los ojos marmóreos de una madre. Y, a la vez, bastante cuerda, porque dejaba enormes extensiones de oscuridad sin desvelar. Sin recordar."
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Naguib Mahfouz vuelve a darle una vuelta de tuerca al pueblo egipcio en su novela "El día que mataron al líder". Ambientada en las cuatro paredes de una casa familiar, este corto pero intenso relato está narrado en primera persona por los tres personajes que componen la historia y que ven la vida de manera muy diferente.
Muhtashami Zayid es el personaje más carismático de esta historia de amor. Con unas certeras y trabajadas reflexiones sobre la vida, el abuelo octogenario de Alwán Fawaz, le da una pincelada de cordura a la turbulenta vida de su nieto. Viudo, apasionado de la lectura y fiel devoto de las leyes islámicas, intenta aconsejar a Alwán de una forma cauta, intentando no influir en sus decisiones finales, evitando el dolor y el sufrimiento que causa la verdad manifiesta, y sabiendo lo difícil que es para propio afectado discernir cual es, en realidad, la base de todos sus problemas.
"El día transcurre entre las devociones, las recitaciones del Corán, las comidas y las canciones. A los ochenta años se espera la llegada de un invitado que no ofrece ninguna duda. Señor, haz que el final sea bello, aparta de nosotros la incapacidad y el dolor, reparte los dones de Tu misericordia por los rincones de esta casa sólida".
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Alwán Fawaz vive con sus padres en la casa familiar. Sin embargo, la relación que mantiene con su abuelo Muhtashami Zayid es única, sana y envidiable. Este joven se apoya en su predecesor para descargar las frustraciones que lo atormentan diariamente y busca consuelo en las palabras del viejo sabio. De entre todos sus problemas hay uno que lo atosiga por encima de los demás: no poder pagar la dote que se exige a los muchachos para poder casarse con la mujer elegida. Los comentarios jocosos de sus padres, la presión por parte de la familia de la novia y la humillación constante a la que se ve sometido por parte de su jefe, hacen que la personalidad de Alwán se trunque y se vuelva un chico visceral con un carácter tempestivo. La pareja lleva años esperando el momento para poder casarse, pero el sueldo de Alwán es tan ridículo que no le da la posibilidad de ahorrar lo suficiente para poder tomarla como esposa. A esto se le suma el mayor problema de todos: el tiempo pasa y los planes de un futuro en común cada día están más lejos.
"Han pasado tres años; ya hemos cumplido los veintiséis. Estaba enamorado, pero me he convertido en una persona agobiada, frustrada y responsable. Ahora no nos vemos para hacernos confidencias sino para hablar casi exclusivamente de cosas prácticas: el piso... los muebles, las cargas de la vida en común. Ninguno de los dos encontramos la solución. Solo tenemos amor y obstinación"
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Randa Sulaymán Mubarak es la prometida de Alwán Fawaz. Randa es la única de esta apasionada historia que cree en el amor, confía en su prometido y no lo presiona para casarse. Sabe que el día llegará, aunque, como al resto de personajes secundarios de esta novela, no tiene conocimiento de cuando. Sobre esta situación y la cuenta atrás que supone la perdida de tiempo para Randa, versa toda la historia. Sus padres, egoístas hasta un punto inconcebible, negocian el casamiento de su hija como si se tratara de una pieza de ganado y saben que si no se casa pronto, la reputación y los valores de la joven ya no serán una buena moneda de cambio. No hace falta leer entre lineas para comprender que lo que los padres de Randa tratan de proteger a toda costa es su virginidad para poder sacar un mayor beneficio de ella.
Randa está al corriente de la situación, Alwán lo respeta y el abuelo Zayid reza sin parar. A él le gustaría que le alcanzara la muerte antes de ver sufrir a su nieto.
"La disciplina es una característica que compuse en lo más profundo de mi ser desde la infancia. Mi diálogo con mis deseos siempre prevalece. No me dejo influir por las experiencias que he vivido de cerca. Soy precavida al imaginar el significado de la libertad. Permanezco impasible ante las habituales y ridículas acusaciones de "cerrada" y "retrógrada"; sin embargo, no soy inmune a la tristeza".
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Aunque hayan cientos de maneras de acabar este relato minimamente bien, cuidado: ¡pocas veces existen los finales felices en las novelas del escritor Naguib Mahfouz! Este señor, Premio Nobel de Literatura en el año 1.988, utilizó la muerte del presidente egipcio Saddat en el año 1.981 para poner en entredicho lo que verdaderamente significan los valores para la sociedad egipcia. La codicia y el materialismo unidos a la represión sexual que sufren los jóvenes, son una bomba de relojería para todas las personas que se ven obligadas a seguir a rajatabla los mandamientos del Corán.
Con un final totalmente inesperado y apoteósico, Naguib Mahfouz corona esta novela y yo me proclamo fan número uno suya.
"- ¿Me perdonarás que te diga algo que te va a disgustar? - pregunté.
Me miró de forma suplicante y repuso con ironía:
- Así es como empiezan las conversaciones, abuelo."
Página 78
Hamida es la joven más bella del callejón de Midaq. Con su larga melena negra, cubierta siempre por un pañuelo para evitar que se le adhiera el polvo de la calle, atrae las miradas de la mayoría de los hombres del callejón, excepto de uno. El señor Krisha regenta el café donde, entre té y té, da una cabezada a la espera de la llegada de algún jovencito que pueda cortejar. La desdicha de este hombre es tener que soportar los alaridos de su mujer públicamente mientras él busca consuelo en los brazos de otro varón. Esta vida libertina es la que reprende el sabio Radwan Hussainy. Aunque él mismo no se considere profeta, su profunda fe y la devoción religiosa que profesa atraen a los vecinos en busca de un buen consejo. Su trabajo consiste en redirigir a los pecadores por un camino digno de las leyes coránicas, pero con Zaita tiene mucha faena por delante. El conocido como Rey de los mendigos, se dedica, literalmente, a la fabricación de lisiados, creando a través de los utensilios que dispone en su estantería, la lesión más adecuada para cada personaje. Aunque para personaje, el dueño del bazar y el señor más rico del callejón. Salim Alwan vive obsesionado con su salud y con la belleza de la joven Hamida, que tendrá que compartir con su pretendiente, Abbas el barbero, que de vuelta del servicio militar se encontrará con la desaparición de la joven...
Con esta caterva de singulares personajes es imposible que no sucediera un milagro en las manos del escritor egipcio Naguib Mahfouz...
"Muchos son los detalles que lo proclaman: el callejón de Midaq fue una de las joyas de otros tiempos y actualmente es una de las rutilantes estrellas de la historia de El Cairo. ¿A qué Cairo me refiero? ¿Al de los fatimíes, al de los mamelucos o al de los sultanes? La respuesta sólo la saben Dios y los arqueólogos"
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Con el poder de la imaginación y el don de la pluma adherido a sus manos, Naguib Mahfouz ha conseguido que su obra "El callejón de los milagros" me acerque al Egipto de los años 40 de la mano de una cantidad de gente muy peculiar. La pobreza y la miseria conducen a la mayoría de los personajes de esta novela a buscarse la vida empleando métodos poco éticos: Señoras que buscan maridos a sus vecinas a cambio de una comisión, dentistas que asaltan tumbas para robar las dentaduras que poco después encajarán en otras bocas y hombres que reclutan prostitutas para ofrecérselas a los oficiales americanos supervivientes de la Segunda Guerra Mundial. Nada de estas acciones me sorprende si analizamos el contexto de la época y la necesidad de supervivencia que ha demostrado el pueblo árabe en general. Lo que si me impresiona en buena manera (y tiene mucho que ver con la cantidad de escritores que lo reproducen) es descubrir como, en la misma época en la que versan todos los relatos, la libertad de expresión no estaba castigada. Algo que, actualmente, y tras varios cambios políticos, sería inconcebible en un país dirigido por las leyes del Corán.
La concesión del Premio Nobel de Literatura en el año 1.988 supuso para Naguib Mahfouz el reconocimiento a su trayectoria como poeta, novelista y articulista, y le proporcionó la fama mundial, elevándolo a la categoría de "padre de la prosa árabe". Pero no todo fue un camino de rosas para el consolidado escritor. Con la llegada de los extremistas islámicos empezaron a surgir graves problemas, pues estos grupos consideraban que sus obras eran una blasfemia contra la religión musulmana. Una noche, unos asaltantes le atacaron por la espalda causándole una herida grave en el cuello provocada por arma blanca. Esta agresión le dejo graves secuelas que minaron su capacidad auditiva y visual, y provocaron la reclusión en su hogar hasta el día de su muerte en el año 2.006. No obstante, durante este tiempo, Naguib Mahfouz no se rindió y siguió trabajando incansablemente hasta el final de sus días, dejando tras de sí una trayectoria literaria de más de 50 obras, entre guiones cinematográficos, obras de teatro y novelas.
Leerlo es revivir las historias de un Egipto pasado, lejos de represión. Es vivir la historia más viva de un país con multitud de gente diversa y libre, solamente ligada a la esclavitud de haber nacido en un país marcado por las irregularidades políticas y sociales. Es creer en la libertad de expresión y sobretodo, anhelar su vuelta. Es conocer su gente, su comida, sus olores y su particular vida. Leer a Naguib Mahfouz es soñar con lo que un día fue Egipto.