Hamida es la joven más bella del callejón de Midaq. Con su larga melena negra, cubierta siempre por un pañuelo para evitar que se le adhiera el polvo de la calle, atrae las miradas de la mayoría de los hombres del callejón, excepto de uno. El señor Krisha regenta el café donde, entre té y té, da una cabezada a la espera de la llegada de algún jovencito que pueda cortejar. La desdicha de este hombre es tener que soportar los alaridos de su mujer públicamente mientras él busca consuelo en los brazos de otro varón. Esta vida libertina es la que reprende el sabio Radwan Hussainy. Aunque él mismo no se considere profeta, su profunda fe y la devoción religiosa que profesa atraen a los vecinos en busca de un buen consejo. Su trabajo consiste en redirigir a los pecadores por un camino digno de las leyes coránicas, pero con Zaita tiene mucha faena por delante. El conocido como Rey de los mendigos, se dedica, literalmente, a la fabricación de lisiados, creando a través de los utensilios que dispone en su estantería, la lesión más adecuada para cada personaje. Aunque para personaje, el dueño del bazar y el señor más rico del callejón. Salim Alwan vive obsesionado con su salud y con la belleza de la joven Hamida, que tendrá que compartir con su pretendiente, Abbas el barbero, que de vuelta del servicio militar se encontrará con la desaparición de la joven...
Con esta caterva de singulares personajes es imposible que no sucediera un milagro en las manos del escritor egipcio Naguib Mahfouz...
"Muchos son los detalles que lo proclaman: el callejón de Midaq fue una de las joyas de otros tiempos y actualmente es una de las rutilantes estrellas de la historia de El Cairo. ¿A qué Cairo me refiero? ¿Al de los fatimíes, al de los mamelucos o al de los sultanes? La respuesta sólo la saben Dios y los arqueólogos"
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Con el poder de la imaginación y el don de la pluma adherido a sus manos, Naguib Mahfouz ha conseguido que su obra "El callejón de los milagros" me acerque al Egipto de los años 40 de la mano de una cantidad de gente muy peculiar. La pobreza y la miseria conducen a la mayoría de los personajes de esta novela a buscarse la vida empleando métodos poco éticos: Señoras que buscan maridos a sus vecinas a cambio de una comisión, dentistas que asaltan tumbas para robar las dentaduras que poco después encajarán en otras bocas y hombres que reclutan prostitutas para ofrecérselas a los oficiales americanos supervivientes de la Segunda Guerra Mundial. Nada de estas acciones me sorprende si analizamos el contexto de la época y la necesidad de supervivencia que ha demostrado el pueblo árabe en general. Lo que si me impresiona en buena manera (y tiene mucho que ver con la cantidad de escritores que lo reproducen) es descubrir como, en la misma época en la que versan todos los relatos, la libertad de expresión no estaba castigada. Algo que, actualmente, y tras varios cambios políticos, sería inconcebible en un país dirigido por las leyes del Corán.
La concesión del Premio Nobel de Literatura en el año 1.988 supuso para Naguib Mahfouz el reconocimiento a su trayectoria como poeta, novelista y articulista, y le proporcionó la fama mundial, elevándolo a la categoría de "padre de la prosa árabe". Pero no todo fue un camino de rosas para el consolidado escritor. Con la llegada de los extremistas islámicos empezaron a surgir graves problemas, pues estos grupos consideraban que sus obras eran una blasfemia contra la religión musulmana. Una noche, unos asaltantes le atacaron por la espalda causándole una herida grave en el cuello provocada por arma blanca. Esta agresión le dejo graves secuelas que minaron su capacidad auditiva y visual, y provocaron la reclusión en su hogar hasta el día de su muerte en el año 2.006. No obstante, durante este tiempo, Naguib Mahfouz no se rindió y siguió trabajando incansablemente hasta el final de sus días, dejando tras de sí una trayectoria literaria de más de 50 obras, entre guiones cinematográficos, obras de teatro y novelas.
Leerlo es revivir las historias de un Egipto pasado, lejos de represión. Es vivir la historia más viva de un país con multitud de gente diversa y libre, solamente ligada a la esclavitud de haber nacido en un país marcado por las irregularidades políticas y sociales. Es creer en la libertad de expresión y sobretodo, anhelar su vuelta. Es conocer su gente, su comida, sus olores y su particular vida. Leer a Naguib Mahfouz es soñar con lo que un día fue Egipto.
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