domingo, 13 de enero de 2019

JUSTO de Carlos Bassas del Rey

Hay muchas formas de escribir una novela ambientada en Barcelona. La ciudad se presta para crear diversos ambientes, jugar con sus barrios, recrearse en sus calles y, sobre todo, describir a la gente que la habita. Agruparlo todo y que el argumento sea original, directo y realista, es otro cantar.


"He aprendido dos cosas sobre el ser humano a lo largo de los años. La primera es que existen hombres malos. Auténticos cabrones. La segunda, y más importante, es que ellos no son el verdadero peligro, si no el resto de la humanidad. La masa silenciosa. La masa temerosa. La masa obediente. La gente de bien, de ley, de orden que agacha la cabeza, calla, y después se excusa"
Página 82

Justo es el protagonista de esta historia. Su edad no es ningún misterio: desde el inicio de la novela, el escritor deja claro que al protagonista le faltan dos telediarios para irse a chupar gladiolos. Sin embargo, eso no es ningún impedimento para que, bien entrado en los setenta, se convierta en un asesino en serie. Todavía no necesita utilizar el andador y, aunque de vez en cuando se le escape alguna gotita cuando está a punto de apretar el gatillo, está en contra de las compresas para hombres, por muy buenas y prácticas que sean. Ni hablar. No quiere saber nada de ellas. Justo es un personaje muy peculiar, está enamorado de la Remedios, aunque él todavía no lo sepa, y tiene solo dos amigos íntimos, ¿para qué más? Pero la característica más particular que le da forma a toda la trama de la novela es que se aprovecha de la ventaja que le ofrecen sus años para repartir justicia con equidad. El exceso de confianza de la gente que rodea a sus próximas víctimas le permite recrearse en sus asesinatos, sabe que el mínimo fallo destaparía el entramado que le ha costado tantos años crear, así que lo planea todo hasta el último detalle: matar no es una cuestión de rapidez, es una cuestión de calma. Elige a sus víctimas y las fulmina, la mayoría de las veces con una semiautomática que se guarda en los calzoncillos, ¿quien va a cachear a un abuelo meón? Otras veces con las armas con las que lo atacan los sicarios que tiene delante. La cuestión es matar. Eso sí, siempre, a los malos.

Pero, todo asesino tiene un móvil. ¿Cual es de Justo? Según su madre judía, él ha sido elegido de entre un número de hombres santos para venir al mundo a impartir justicia, y aunque ella ya no esté presente para decírselo a diario, sí que vive en la cabeza de su hijo para recordarle en qué consiste su misión. Pero que no os engañe esta tapadera burda y banal, el motivo que empuja a este anciano a tomarse la justicia por su cuenta tiene nombre y apellidos, y motivos muchos más sólidos que las afirmaciones de una pobre vieja que vive anclada en su memoria. 

"La capacidad del ser humano para engañarse solo tiene un parangón: la de ignorar su propia ignorancia."
Página 19

Las primeras impresiones cuando empiezas a leer un libro son las más importantes, las que más cuentan, y de ellas te tienes que fiar cuando te hablan. A medida que te adentras en la historia es más fácil sentir empatia con lo que estás leyendo, e involucrarte en la trama ya no es tan difícil. Cuando finalmente la historia concluye, la opinión del lector es firme. Tiene claro si le ha gustado o no computando todos los datos anteriores. 
Pero Carlos Bassas del Rey te rompe la cadera en la primera página de su libro. La narración es tan directa que no puedes pestañear entre renglón y renglón. Acordarte de respirar es fundamental para continuar viviendo, pero Justo (el personaje) muchas veces te dejará rozando la parada cardíaca. Dejar vagar la imaginación en otros temas que no sean la historia que tienes delante te puede salir caro, es por eso que el lector tiene que estar alerta ante los detalles, pues cualquier nombre cobra importancia en el momento menos inesperado. Pero tranquilos, su lectura no os va resultar nada difícil. El escritor no utiliza envoltorios ni envolturas y hace que, en cada página, haya un escena de acción protagonizada por un abuelo de setenta años. Recuerdo el día que Paco Camarasa me descubrió la trilogía marsellesa de Jean Claude Izzo: "Te gustará porque este es tu estilo. Va con tu personalidad" me dijo el librero. Y yo difruté en cada calle imaginándome a un Favio Montale hiperactivo, auténtico, demacrado, hambriento. La comparación no es "justa", desde luego (Carlos es mucho más guapo que Jean Claude y Montale mucho más joven que Justo) pero, si hablamos de estilo, ha hecho que me haya sentido igual de a gusto con su libro que con la trilogía francesa, que lo haya devorado y, finalmente, compartido con vosotros con las sensaciones a flor de piel. Mi opinión final ha sido tan positiva que me ha descuadrado los esquemas para el próximo Ranking 2.019, planteándome la posibilidad de hacer uno nuevo cada mes. 
Bravo Carlos. Tu novela me ha recordado tanto a Izzo que os voy a poner juntitos en la estantería negra; no quiero que se me olvide que Justo, sin tener nada que ver con Montale, ha unido a dos escritores con el mismo estilo.

"Las cosas simples son las más bellas"
Página 158


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