sábado, 22 de diciembre de 2018

KHALIL

Khalil viaja en el asiento trasero de un coche junto con tres personas más. A dos de ellas no las conoce y la tercera es su hermano del alma, su amigo íntimo de la infancia, Driss. Todo el convoy se dirige a sus respectivos destinos con una misión clara orquestada por el imán que los instruye y el jeque que paga la operación. Es sobrecogedor percibir como el ambiente en el interior del vehículo está viciado, cargado de tensión. Sin embargo, sus ocupantes no están preocupados ni nerviosos. Pronto se volverán a reunir en el otro mundo, para ellos, el Paraíso.



"Por primera vez en mi vida, me siento importante"
Página 26

Khalil baja las escaleras del metro. En los últimos instantes de su vida piensa en su familia y en lo poco que se han esforzado por hacer de él un un joven con estudios, un hombre de provecho, un marido o un padre ejemplar. Aún así, no se lo reprocha, su destino estaba escrito y se siente orgulloso de la decisión que ha tomado. Unas gotas de sudor le perlan la frente y aprovecha para humedecerse los labios con la poca saliva que le queda. El vagón está hasta los topes de gente. Puede notar la presión del cinturón de explosivos en sus riñones mientras las personas lo aplastan contra el cristal del vagón. Cierra los ojos y, con el botón del detonador en sus manos, le sobrevienen los olores de su infancia. Se encomienda a dios. Es el momento de finalizar la misión y convertirse en mártir, así que se permite el lujo de inmolarse sin ni siquiera empezar una cuenta atrás... Pero su decisión no provoca ninguna catástrofe. Aunque, en su desespero, sigue presionando el botón una vez tras otra, su cuerpo no estalla por los aires. Su cinturón no ha explotado. Su misión ha fallado. 

El resto de sus hermanos están repartidos por la ciudad de París: el copiloto está a punto de entrar en el estadio de Saint Denís para provocar un atentado en medio del partido de fútbol mientras que otro esperará a que la muchedumbre salga aterrada para camuflarse entre ellos e inmolarse. La misión se dará por concluida cuando, Driss, ponga fin a su vida en medio de la pista de baile de la sala Bataclán, interceptando al mayor numero posible de personas que en ella se encuentran. Pero, un momento, este argumento nos suena de algo. Yasmina Khadra ha querido recrear, dándole unas pinceladas de ficción y sin entrar en muchos detalles, lo que ocurrió en noviembre del año 2.015 en la ciudad de París, cuando varios terroristas kamikazes atentaron contra el pueblo causando decenas de víctimas.


"Mi padre nunca echó una ojeada a mi libro de notas, prefería darse a la bebida. En cuanto a mi madre, analfabeta, era incapaz de distinguir una factura de una convocatoria. Dicho a la claras: en casa, a todo el mundo le daba igual. Faltaba a clase cuando me daba la gana y nadie se enteraba. Los castigos y los avisos me enorgullecían. Estaba encantado de que me señalaran con el dedo"
Página 55

Khalil empieza a cuestionar todos sus ideales cuando descubre que el artefacto que llevaba pegado a su cuerpo estaba controlado por un teléfono móvil y no dependía del detonador que él iba accionar en el momento que decidiera inmolarse. Alguien ajeno a su persona iba a hacerlo explotar sin contar con él.  El mundo deja de dar vueltas para un chaval magrebí de 17 años ¿Es realmente la yihad lo que predica el imán? ¿Por qué lo han elegido a él y no a otras personas? Khalil siempre ha sido un chico sensible que, desde el momento de su nacimiento, ha estado conectado a su hermana gemela. Las circunstancias de nacer en un país europeo no lo han eximido del rechazo de sus vecinos por ser de otra raza y, aunque su comportamiento nunca ha sido ejemplar, siempre lo han metido en el mismo saco de los delincuentes por ser de otro color. 
"¿Como se puede pretender que se integren si cada vez que un moro la caga se amenaza con devolver a toda su comunidad a su país de origen? ¿Acaso no cometen gilipolleces los belgas de origen? Hay que acabar de una vez por todas con el discurso de la extrema derecha. Los países no se construyen a base de identidad sino de ciudadanía" (Página 77)

Es un hecho que se globalizan a las personas por sus actos dependiendo de la raza. Es decir, si una persona de raza negra llega de trabajar y su olor es más fuerte, inmediatamente todos los negros huelen mal. Si un rumano no trabaja y se pasa todo el día rascándose la barriga, significa que todos los rumanos son unos vagos. Si un yihadista se inmola en medio de una plaza rodeada de blancos, todo los musulmanes son terroristas. Pero si una persona de raza blanca roba, mata, insulta o delinque, nosotros, los de su misma raza, no pensamos que todos los blancos son ladrones, asesinos, maleducados o delincuentes. ¿Por qué, entonces, ese interés en querer generalizar a las razas que conviven con nosotros?
En el caso de Khalil, después de los atentados en los que estaba involucrado y que acabaron, inesperadamente, con la vida de su hermana, empieza un análisis interno sobre el origen del odio hacia occidente. ¿Donde nace la semilla que provoca que chicos de su edad acudan libremente a esta llamada? Escribir sobre un tema que levanta tanta ampollas es extremadamente difícil, pero transmitir el mensaje que quiere transmitir Yasmina Khadra es todavía más complicado. Hay que actuar para desactivar las células yihadistas que captan a jóvenes musulmanes para acabar con la vida de personas inocentes, pero es más importante buscar a quienes están detrás de estos grupos que se aprovechan de la vulnerabilidad de adolescentes perdidos para aplicar un castigo en nombre de dios que nada tiene que ver con la religión. ¿Quien está detrás de todos ellos? 

"Lo que está ocurriendo es la consecuencia lógica de un proceso tan lógico como el instinto gregario: la exclusión exacerba las susceptibilidades, estas llevan a la frustración, que a su vez engendra el odio, y el odio conduce a la violencia. Así de claro."
Página 76


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