miércoles, 19 de septiembre de 2018

TE QUIERO PORQUE ME DAS DE COMER

Un instituto. Un trauma. La construcción de un asesino en serie.
Una moneda. Un símbolo. Decenas de víctimas.
Una infidelidad. Una mujer despechada. Un cura que abusa de los niños.
Un detective incompetente que se enamora de un actor de teatro.
Carabanchel. Droga. Toxicómanos. Gitanos.
La trata de blanca. Perros asesinos. Violencia. Sexo. Asesinatos.
El odio. La maldad. La búsqueda constante de los instintos humanos.


Todo esto (y mucho más) es Te quiero porque me das de comer. 



"El asesino en serie carece de empatia: el asesino en serie acostumbra a cosificar a sus víctimas: las concibe como objetos, nunca como personas: jamás se arrepiente de sus crímenes e incluso, cuando la policía lo detiene, confiesa haber cometido mas crímenes de los que realmente cometió"
Página 11

Leer a David LLorente siempre es un reto. Me pasó con "Madrid, frontera" y me vuelve a pasar con "Te quiero porque me das de comer". Mi sorpresa es que me encuentro con un estilo narrativo diferente del resto de novelas negras, marcado por la estructura, el orden, el ritmo y la voz del narrador. Como ya me sucedió con "Subsuelo" (Salto de Página, 2.015) de Marcelo Luján, David Llorente se preocupa por contar lo que sucede dentro de la mente de un criminal y consigue dejar a un lado los procesos que envuelven la investigación policial. Para el escritor, la evolución del mal es su principal obsesión y la base para poder jugar con el odio que surge de todos los personajes. Es magnífico comprobar como el desarrollo de la novela empuja a actuar desesperadamente a los protagonistas de la historia y los anima a fomentar una personalidad que, aunque en un principio no parece que sea tan terrible, se convierte en el tema principal de la trama.

Basada íntegramente en el barrio madrileño de Carabanchel, la narración nace en el año 93 y se extiende hasta el año 2003, y es durante este periodo de diez años donde el autor decide progresar en el relato para que el lector sea testigo de hasta que nivel puede llegar la crueldad humana.
Por lo tanto, la maldad, en su amplio conjunto de complejidades, es la protagonista principal de este libro. La trama, así como la amplia lista de personajes que aparecen y desaparecen, son los actores secundarios que interpretan diferentes papeles en escenarios sórdidos y crueles, y a la vez muy reales. 





TE QUIERO PORQUE ME HACES PENSAR


Si algo llama la atención del lector nada más abrir la primera página es la construcción de las frases y la simultaneidad de las historias. Todos los relatos transcurren al mismo tiempo y están narrados de la misma forma, con la dificultad que ello comporta para el lector (ya es hora que, desde la otra parte, nos pusiéramos a trabajar un poquito). La construcción de las frases es muy austera, utilizando un sin fin de puntos dobles y puntos seguidos, y el trasfondo de esta novela es mucho más complejo que lo que aparenta en un principio. Así que lo que se espera del lector es que colabore para entrar en la trama, poder entenderla y al mismo tiempo, disfrutarla.

El ego, el bulling, los desengaños, las recetas de cocina, la presentación de películas que se hicieron en esos años, la llegada de los perros de raza peligrosa y las primeras peleas, los abusos sexuales, todo lo que pasa puertas adentro de un instituto, las relaciones personales, el mundo de la noche en su total amplitud y un sin fin de temas serán solamente el aperitivo de este banquete de sensaciones. La construcción de los personajes, los lugares elegidos para posicionaros, las ideas que transmiten sus conductas, las impresiones que genera leer algo diferente hacen de todo el conjunto un manjar para los sentidos. 

Y, como bien me dijo mi amiga literaria Charo Gonzalez Herrera, esta novela se debería haber titulado "Te quiero porque me haces pensar" en vez de "Te quiero porque me das de comer". Y es que, las novelas de David Llorente hacen que el cerebro trabaje al 100% y saque sus propias conclusiones sin que el escritor apenas interfiera en la historia que está contando.



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