viernes, 23 de marzo de 2018

FARIÑA, EL LIBRO SECUESTRADO, parte I

DEL CONTRABANDO AL NARCOTRÁFICO GALLEGO

La década de los 70 fue el momento de mayor placidez y satisfacción para los contrabandistas gallegos que introdujeron toneladas de tabaco por las Rías gallegas sin control ni supervisión alguna. Estas personas, que apenas sabían leer o escribir, estaban dotadas de una inteligencia superior para los negocios y, gracias a muchos años de trabajo, vieron como sus cuentas se multiplicaron por mil con un mínimo esfuerzo
Sin embargo, la cosa cambió de nombre y de ritmo bien entrados los años 80 cuando se acabaron de formar los clanes gallegos, y perfectamente coordinados, tocaron el cielo con el negocio del narcotráfico.



Hasta en los barrios más bajos y perdidos de la geografía española, familias enteras se involucraron de tal manera en el narcotráfico que vivieron ostentosamente durante años de lo que les rentó el negocio. La poca experiencia que puedo aportar a este asunto es haberme criado en una barriada donde algunos de mis compañeros llevaban los bolsillos llenos de dinero y las manos a rebosar de sortijas de oro. Los profesores no querían que nos asomáramos por las ventanas y, comprendí las reglas del juego el día que vi como un pequeños ladronzuelos traficaban en la esquina, a plena luz del día y delante de mi colegio. Tenia 12 años.
Alguna noche puntual, desde el comedor de mi casa hemos oído el retumbar de varios tiros. Mi padre, seriamente enfadado, amenazaba con denunciar a los idiotas que a esas horas disparaban a las palomas. Acto seguido optaba por bajar las persianas de las ventanas y seguir cenando como si tal cosa. La tensión se mascaba en el ambiente. Fueron años de trapicheos, zulos y dobles fondos en las casas. Continuas redadas, ruidos de policías armados corriendo por las terrazas de las fincas, robos y amenazas. Convivíamos con ello de forma natural y, lo más anormal de todo, es que nos parecía normal. Digan lo que digan, en mi barrio nació la famosa "Ruta del Bakalao" que, además de dejar colgados a la mitad de jóvenes que la transitaba, infló los bolsillos de la malagente que se encargó de que la fiesta no parara, y es que, desgraciadamente, había mucho dinero en juego.

Leyendo como comenzó todo en las Rías gallegas, no es de extrañar que el negocio pasara desapercibido y la policía hiciera a vista gorda. Desde que Galicia se llama Galicia, los vecinos de las Rías se han buscado la vida para poder sobrevivir. Por la frontera ourensana se colaron todo tipo de mercancías necesarias para la vida diaria, desde medicinas, dinero, comida, electrodomésticos hasta inmigrantes. Tras la Guerra Civil, la zona rural sufrió de una extrema pobreza. Nacho Carretero escribe lo siguiente: 

"Desde las casas gallegas con lámparas de aceite se distinguían con envidia las bombillas portuguesas iluminando las diferencias" 
(Página 25). 

Por lo tanto, el contrabando llegó casi por inercia como consecuencia directa de esta desigualdad. Mientras los ourensanos tenían el monte y sus caminos, en Pontevedra tenía el bien más preciado: el mar. Cuando realmente el negocio del estraperlo cambió de nombre fue cuando dejaron de suministrar penicilina al pueblo para transportar bienes de segunda necesidad, como el tabaco. Fue en este momento donde nacieron los clanes que más adelante se harían con el control de toda la droga que entraría en la Península años mas tarde. 

Pero, ¿que diferencia hay entre el contrabando y el narcotráfico gallego? ¿Por qué uno estaba bien visto y el otro no? ¿Como nacen los clanes y quienes los componen? Y lo que es fundamental, ¿como llevaba la población esta situación cuando un alto porcentaje de ella vivía de la droga?

Ya sabía yo que no podría contarlo todo en un solo post, así que os espero en la siguiente entrada...


2 comentarios:

  1. He llegit les pàgines de mostra que Amazon facilita i m'ha semblat prou interessant.

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  2. Es un labor periodística de 300 pàgines. No li falte ni li sobre res. MOLT RECOMANABLE

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