Es viernes por la tarde y paseo por la Barcelona más oscura, al encuentro de 20 personas que no conozco y el teléfono móvil me marca un nivel de batería mínimo.
Llevo meses esperando esta cena y camino sin saber muy bien donde estoy. Me queda la alternativa de superar la vergüenza y abordar a algún vecino de la zona para preguntarle el lugar de mi destino. Una vez situada, me doy cuenta de que hace frío y no se si pedirme una cerveza o un copa de vino. Elijo una copa de vino tinto y, cuando me doy cuenta, hay un montón de gente hablando con el psicólogo y escritor, Rafael Santandreu. En mi primera intervención como modesta lectora y persona ansiosa que ha superado varias crisis agudas de filias y fobias, mi mano izquierda, que no va coordinada con la derecha, le da un manotazo a la copa que sostengo y todo el líquido se esparce encima de mi camisa de lino blanco, comprada en una calle perdida de algún lugar de Xian. Si Maverick tenía una camisa de la suerte, yo también. Ahora creo que es el momento de cambiar de prenda. Oigo como se apaga el murmullo que envuelve la tertulia. Tres partes de mi cuerpo son de color rojo. Mientras no me creo lo que está sucediendo oigo una voz que ya conozco que me dice:
e inmediatamente mis conexiones cerebrales hacen "clic".
Y efectivamente: Nada en esta vida es tan terrible, ni tan necesario, ni tan importante. Las ciudades son más bonitas cuando se visitan de noche, conocer gente es tremendamente importante para conocerse a uno mismo y salir de casa sin el teléfono móvil nos hace estar mas pendientes de lo que ocurre a nuestro alrededor. Superar la vergüenza de hablar con gente desconocida es sinónimo de madurez y evitar quejarnos continuamente de las cosas banales como el clima, el ruido o las esperas, nos hace ser conscientes de lo que es verdaderamente importante en nuestra vida: el amor que le profesamos a los que seres que queremos.
Ser indecisos forma parte de nuestra personalidad como seres humanos, pero esto no debe crearnos problemas que no sepamos administrar como personas sensatas. Superar el miedo al ridículo es básico para darnos cuenta que hay cosas muchas peores. O no. Por que ni la enfermedad ni la muerte son tan terribles. Son solo el sinónimo de nuestro paso por la vida.
LA FELICIDAD SOLO DEPENDE DE NOSOTROS
Si hay algo que he aprendido en estos meses que he leído y releído a Rafael Santandreu es que la felicidad solo depende de nosotros, y que centrarla en los pensamientos a los que nos empuja la sociedad, como que tenemos que tener pareja estable, una casa (o dos) y un trabajo bien remunerado, solo puede arrastrarnos a frustraciones e inseguridades durante toda nuestra vida.
Siempre hay soluciones para todo. Mientras volvía a casa, fijándome en cada bombilla y cada persona con la que me cruzaba por el camino, pensaba qué podría hacer con mi fantástica camisa de lino blanco. Quizá teñirla de otro color más oscuro que se asemejara al lamparón. Podría probar de llevarla a la tintorería o incluso, como último recurso, hacer trapos con ella. Me planteaba la posibilidad de viajar de nuevo a China, buscar la calle apestosa donde los vendedores de comida salpicaban la acera con restos de sopa y volver a la tediosa tarea de regatear con ellos para, finalmente conseguir compararme otra igual. Pero eso son solo suposiciones porque ¿sabéis qué? Mi camisa vuelve a ser blanca...
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