jueves, 26 de julio de 2018

PIEL DE POLICIA

La España de finales de los 70 principios de los 80 se encuentra en plena transición política. Los avances invaden las casas de los vecinos, las televisiones pasan de ser en blanco y negro a color y los informativos anuncian que la democracia ha llegado para quedarse. Efectivamente, así es. La población empieza a entender lo que significa libertad de expresión, libertad de movimiento y prosperidad económica. Nacen las primeras canciones revolucionarias. 
A pesar de que el país vive un proceso evolución nunca visto, hay lugares donde los cambios ni se esperan, ni se producen. En las comisarías y los cuarteles de la guardia civil, el cuerpo sigue teniendo manga ancha para actuar impunemente sobre el pueblo, pese a que una nueva hornada de jóvenes estudiantes quieran introducir mejoras en el trato a los delincuentes y presos. Uno de estos jóvenes es Manolo Lacruz y Piel de policía es su historia.

"Era aquella una de las épocas más ajetreadas y agobiantes de mi vida. Estaba cargado de ilusiones y ambición, creía en la posibilidad de una policía intachable, mucho mejor que la que había encontrado al salir de la Academia"
Página 22

Manolo Lacruz es un policía prometedor, de los primeros de su promoción, eficiente y bien considerado, persona responsable que combina la vocación por su trabajo con los estudios de derecho. Sin embargo, en su fuero interno se avergüenza de ser policía. Es consciente de que el resto de compañeros notan lo que él siente cuando un delincuente sale con la cara hinchada y los labios rotos de un interrogatorio. Repudia con furia el lema que cuelga del corcho de todas las oficinas: "mucha coña, mucho coño, mucho coñac". Y aun así persiste en el hecho de destapar los entresijos que rodean la trama de los Gal, el terrorismo que está en alza con la caída de la dictadura y la presente delincuencia juvenil. Que esté solo en este camino solo le acarreará problemas laborales y personales, pues el hecho de andar escondiéndose en sus investigaciones alterará la rutina que podría compartir con su vecina de escalera, Nuria, una joven hermosa e instruida que le enseñará la parte más sofisticada de la sociedad barcelonesa (y de la que se enamorará perdidamente).

"Una persona culta no es aquella que nos enseña lo que no sabemos sino aquella que trata de aprender constantemente y, por tanto, disfruta escuchando a quien pueda instruir sobre aquello que ignora"
Página 147

Cómo acaba este policía regentando un bar de mala muerte es un hecho que el lector tendrá que descubrir a medida que avance en la trama de la novela. Los fantasmas del pasado siempre vuelven: la visita de un conocido delincuente y la muerte de un antiguo compañero harán que el protagonista reviva los peores momentos de su vida y recuerde la corrupción que gobernaba en el cuerpo y las organizaciones de la ultraderecha que intentaron organizarse para darle un golpe a la democracia y volver al totalitarismo.
Si destripara más el argumento estropearía una novela ingeniosa, auténtica, visceral, con una ambientación precisa y una narración armónica. El vocabulario empleado en cada momento es el adecuado, haciendo partícipe al lector de las diferentes clases sociales que rodean cada ciudad. Palabras como cutrerío, chabacano, facherio, quinqui... te acercan a los personajes y al ambiente que quieren retratar estos dos maestros de la literatura.

Carlos Quilez y Andreu Martí
Reconozco que una parte de la lectura de esta novela ha estado influenciada por el hecho de haber conversado con los escritores y saber cuáles eran sus puntos de vista sobre ella. Detrás de la parte ficticia de esta historia, existe un trabajo de investigación previo extremadamente cuidadoso, donde los relatos de policías jubilados que pertenecieron a la de la época en la que esta basada la novela causaron una honda sensación en los escritores. En medio de miradas, amenazas, tiroteos y alguna que otra escena de sexo narrada con mucha delicadeza, aparecen frases-joya que hacen que rebusque entre las sábanas el lápiz que siempre pierdo. Piel de policía sorprende hasta el último capítulo, hasta la última página, hasta el último diálogo. Cierro el libro sabiendo que acaba de ocupar una casilla en el TOP9 de final de año.

"Es una tontería dividir a la humanidad entre valientes y cobardes. Es una distinción estúpida que no sirve ni para los tiempos de guerra. Un valiente, muchas veces, no es más que un cobarde que huye hacia delante; y un cobarde, a veces, es un valiente que tiene el coraje de retroceder. Chorradas. Aplaudir la valentía sólo sirve para que los descerebrados se sientan superiores a los prudentes"
Página 282



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