martes, 9 de octubre de 2018

LOS DIAS de TAHA HUSSEIN

Me encuentro ante una de las novelas más famosas del escritor egipcio Taha Hussein y me sorprendo al pensar en como la vida guió a este hombre invidente hasta convertirse en el catedrático más famoso con el que contó su país. 
Sus estudios, cursados primero en la universidad de El Cairo y finalizándolos en la Sorbona de París, le hicieron especializarse en la Literatura árabe y la Historia del Islam y gracias a su vocación recibió el Premio de Derechos Humanos de las Naciones Unidas poco antes de su muerte, en el año 1.973.
Si hay un aspecto que me conmueve de este decano de las letras árabes, es que, gracias a su ingreso como director en la Universidad de El Cairo el año 1.938, logró que la educación básica se convirtiera en obligatoria y gratuita.

Tomo el libro entre mis manos y comienzo a leer. Estoy ante una verdadera joya.


"De esta manera es como nuestro niño se quedó ciego, pues habiendo cogido una oftalmia, lo tuvieron por varios días abandonado, para llamar luego al barbero, quien le aplicó una medicina que acabó con sus ojos. Y de esta manera también fue como aquella niña perdió la vida".
Página 102

La infancia en un ámbito rural egipcio poco desarrollado hace que los niños de las aldeas y las zonas apartadas se hallen expuestos al abandono. Todo suma si, además, tienen la desdicha de nacer en el seno de una familia numerosa donde la matriarca se encuentra diariamente afanada.  Como se encarga de explicar el autor en las páginas de su libro Los días...

... "En esos medios, las mujeres tienen una especie de filosofía dañina y una especie de ciencia más dañina aún. Si el niño se queja, la madre no suele hacerle caso, porque, ¿qué niño no se queja? Y si la madre le hace caso es para despreciar al médico y acudir a esa especie de ciencia criminal que es la de las mujeres y congéneres". 
Página 102



Taha Hussein perdió la vista en la infancia debido a una negligencia médica. Posiblemente una de las partes más conmovedoras relatadas en su libro es el momento en el que narra la historia de la muerte de su hermana pequeña y la enlaza con la forma en la que él mismo perdió la visión a los nueve años de edad. Sin embargo, la forma de escribir este libro dista mucho de la primera concepción que me formé cuando lo hojeé. La capacidad de envolver al lector desde una perspectiva distante, sin sentimentalismos ni lamentaciones pero a la vez entrañable y cercana, hace que sintamos lo mismo que el protagonista de esta historia cuando, por ejemplo, busca a tientas la comida en la mesa, la huele y saborea, pero no sabe que color tiene ni cuanta cantidad hay.
Lo que el escritor pretende describiendo minuciosamente esta escena en la que los padres del niño lo reprenden por comer con las dos manos, es que, a través de la voz en off de una tercera persona, veamos la vida desde el punto de vista de un niño ciego. Y no una vida cualquiera, si no la vida de un niño egipcio que oye, ansía, sufre y espera vivirla intensamente.

Como Taha Hussein, el lector no puede ver y hemos de reconocer los lugares por donde camina el futuro escritor escuchando, como él, la voz del tendero de la esquina, oliendo la manteca rancia que nos indica la entrada a la casa donde vive, subiendo a tiendas los peldaños de la escalera que nos conducen hasta la habitación y palpando la esterilla donde, un niño que el destino a tocado con el arte y la capacidad de aprender a observar con los oídos, nos invitará a sentarnos para escuchar como recita el Corán de memoria. La vida en la ciudad, tan alejada de las costumbres agrestes, empujaron forzosamente a Taha Hussein a espabilarse en un país donde los cambios se sufrían rápidamente, sin darle tiempo a asimilar las alteraciones que le producían en su vida. 

El relato, que fácilmente podríamos comparar con la literatura de la Generación del 98 por su tristeza y hermosura, es también una crítica al país y una lucha contra la rutina y el fanatismo. Es un canto a la superación y a la niñez perdida, al aprendizaje y al descubrimiento de un mundo nuevo. En definitiva, el libro Los días de Taha Hussein es una joya de la literatura árabe contemporánea indispensable para todos los públicos.

domingo, 7 de octubre de 2018

NAVEGO POR EL NILO CON AGATHA CHRISTIE

                 Si leer a los escritores árabes me ha insuflado un soplo de vida y entusiasmo, bucear en las historias de Agatha Christie que tienen como escenario el Nilo ha sido una experiencia extrasensorial. Junto a ella y su inspector Hércules Poirot, he viajado de Londres hasta Asuan cargada de malos presagios y una lupa, ambas cosas me resultan imprescindibles e inseparables cada vez que me sumerjo en la lectura de alguno de los libros de la Dama del crimen. Atención, hay que hilar muy fino para saber por donde van los tiros, no pestañear en los diálogos y se acabó eso de leer por las noches para conciliar un sueño placentero. Estoy leyendo a Agatha Christie, tengo que asumir las consecuencias. Y esta vez el ambiente desértico, rodeado de tumbas, faraones, momias y escorpiones es propicio para fabricar un asesino que se pasea por la cubierta de un barco mecido por las aguas del Nilo. Me lo imagino como si estuviera allí. El entorno árido y caliente me trasporta a lugares lejanos. 



                      Que el inspector Poirot esté de vacaciones no significa nada, pues va tener que seguir trabajando bajo el sol abrasador del desierto. El encargo de una bella dama que viaja en el mismo convoy que el policía origina una serie de desencuentros entre el resto de viajeros que harán sospechar al lector hasta del canario del vecino. La señora Doyle, de soltera Ridgeway, se acaba de casar con el pretendiente de su mejor amiga Jacqueline. La señora Doyle manifiesta que su marido esta profundamente enamorado de ella y no de su dinero, cosa que Jacqueline, compuesta y sin marido, pone en duda y se encarga de demostrar por activa y por pasiva. La petición de la señora Doyle para que el inspector Poirot la vigile de cerca no está exenta de fundamento: Jacqueline está haciendo todo lo posible por acompañarlos en la luna de miel, como si de un tercer miembro se tratara y ha manifestado en varias ocasiones su propósito de acabar con la vida del hombre que la dejó plantada en el altar. 

"- Creo que podríamos ir a Egipto - murmuró Rosalie-. No creo que haya una gran diferencia.
- No es una cuestión de vida o muerte - repuso Mrs. Otterbourne.
Pero en eso se equivocaba, porque sí se trataba precisamente de una cuestión de vida o muerte"
Página 45




                    Reseñar a la gran Agatha Christie sin desvelar un solo detalle que comprometa a futuros lectores me ha parecido una tarea sumamente difícil, de esas en las que sudas solamente de pensar. Por otro lado, y entrando en contradicción conmigo misma, La Señora también lo pone fácil debido a la calidad de sus textos. Su capacidad para fabricar historias psicológicas dejando a un lado la violencia o la sangre hacen que el lector se vea inmerso en un rompecabezas dirigido por situaciones inverosímiles pero totalmente viables en el plano ficticio. Analizando su obra, me sorprendo a misma cuando, en alguna tertulia literaria, los más entendidos en el género osan criticarla. Sinceramente y entre nosotros, que somos pocos, estos detractores que destacan la falta del factor sorpresa o la capacidad de la autora para introducir el piloto automático y canalizar las novelas siempre con el mismo patrón no son capaces de medir la literatura con la misma vara. Si la escritora hubiera llevado pantalones, literalmente, otro gallo cantaría.  

              Agatha Christie ha sido una de las autoras más prolíficas y que más libros ha vendido y sigue vendiendo actualmente, solamente superada por Shakespeare o la Biblia. Su pasión por la literatura la empujó a escribir 66 novelas y 150 relatos policíacos y consiguió introducir el género negro en todos los hogares, consagrándolo como lectura de cabecera para todos los públicos y sexos. Agatha Christie creía que la mejor receta para el éxito de una novela policíaca se basaba en que el detective nunca debía saber más que el lector, y con esa reflexión finalizo.  
Señores, yo les aconsejaría que leyeran a La Dama de la novela negra y después juzgaran ustedes mismos. El paseo por el Nilo les saldrá prácticamente gratis...




jueves, 4 de octubre de 2018

DIARIO DE UN FISCAL RURAL

Me estoy rodeando de los personajes más ilustres de la literatura árabe contemporánea y es por eso que estoy disfrutando como una enana de la elección de los libros que he hecho antes de viajar al país de la diversidad. 

Hoy he acabado de leer Diario de un fiscal rural, escrito por el maestro Tawfiq AlHakim, y no he podido esperar más tiempo para hacer la reseña de lo que me ha parecido uno de los mejores libros del año. Deeeel año. El descubrimiento de esta literatura morisca me está deparando muchas sorpresas, todas ellas inesperadas, es por eso que no quiero precipitarme en hacer una valoración previa sin haber acabado de leer todos los autores seleccionados, aunque en este momento ya me haya decantado. Así es mi vida, un mar de contradicciones literarias constantes.

Al igual que en el libro Los días de Taha Hussein donde el escritor se camufla detrás de su personaje principal para narrarnos la vida de un Egipto campestre, Tawfiq Al Hakim nos explica en su libro, Diario de un fiscal rural, la vida bucólica de un joven abogado que ejerce de fiscal en el distrito donde trabaja. Los tintes autobiográficos afloran en cada página, falta conocer la vida del escritor para saber que se esconde detrás de ellos.



Tawfiq Al Hakim, nació en Alejandría, la ciudad de los poetas, y pese a su carácter pacifico, se vio envuelto en las revueltas estudiantiles que tuvieron lugar en el año 1.919, con tan solo 20 años. Poco tiempo después, su padre lo envió a París a estudiar leyes pero el joven escritor regresó a Egipto sin concluir la carrera y con un interés claro: el ambiente cultural de la ciudad de El Cairo le atraía mucho más que Francia y sus costumbres. Así que con los años, se empleó como oficial de juzgados y pasó parte de su juventud desplazándose de pueblo en pueblo por diversas ciudades egipcias alejadas de las grandes urbes. Fue en este momento cuando sus inquietudes periodísticas empezaron a atosigarlo y comprimió las experiencias acumuladas en estos lugares publicando el libro que acabo de leer en este momento. Una obra maestra.



"¿Por qué escribo mi vida en un Diario? ¿Acaso porque es una vida feliz? De ningún modo. El que lleva una vida feliz no la escribe y se limita a vivirla. Yo vivo con la criminalidad en una misma cadena. Es mi compañera y esposa, a la que veo todos los días pero a la que no puedo hablar en secreto." 
Página 21

En mitad de la noche, el protagonista de esta novela, que no es otro que el mismo escritor, recibe una llamada inesperada que le trasladará hasta un pueblo lejano para investigar sobre un extraño y contradictorio suceso: un hombre yace en la cuneta de la carretera gravemente herido por un disparo en el hombro. Lo que el protagonista no sabe, pero el escritor sí, es la inmersa belleza con la que se encontrará cuando, haciendo el sumario de instrucción para su superior, se tropiece directamente con los ojos de la adorable Rim. 
Aunque este peculiar y joven fiscal dedique la mayoría de su jornada laboral a despachar asuntos rurales como juicios de faltas, disputas vecinales o casos de malos de tratos, su instinto lo mantendrá alerta y vigilará a la muchacha de ojos negros que acaba de conocer, pues es la principal sospechosa del ataque a su cuñado, el joven que ha amanecido con un disparo en el hombro. 

Diario de un fiscal rural es un obra literaria donde el egipcio se encuentra representado en el vocabulario y las acciones. El lector extranjero entenderá muchas de las conductas de los autóctonos locales y, aunque la mayoría de las veces no las consiga comprender, sí será participe y conocedor de sus andanzas. Con Las descripciones empleadas por el escritor que trazan perfectamente la linea divisoria entre un mundo culto y otro campestre hará que el lector viva con pasión cada página que pasa. Mención aparte se merece el lenguaje empleado por ser llano, simple, sin florituras ni adjetivos en exceso y totalmente alejado de las sofisticacion y el refinamiento que acompañaban a El Cairo de los años 20. Un lenguaje rico en metáforas, humor negro y sátira.

"Verdaderamente la pluma es un gran recurso para los que, como yo, estamos condenados a la soledad. Pero la tal pluma es como un caballo, que unas veces corre porque sale de dentro, igual que un pájaro revoltoso, y otras, en cambio, se pone rancio, se encabrita, y se niega a avanzar, como si hallase en su camino una víbora con la cabeza encampanada"
Página 86