sábado, 28 de octubre de 2017

LLÁMAME MÉNDEZ

EN UNA INVESTIGACIÓN, EL AFÁN POR DAR CON LA VERDAD PUEDE CONVERTIRSE EN EL PRIMER INCONVENIENTE PARA ENCONTRARLA... 



Me estreno con el inspector Ricardo Méndez y no de la mano de Francisco Gonzalez Ledesma. Mientras que la mayoría de los lectores ya conocen la obra de Ledesma, y por tanto la historia que creó con el inspector Méndez y la Barcelona de los suburbios, yo he decidido empezar por el final y leer la secuela que su hija Victoria ha continuado. 
Sin embargo, a veces los finales también son principios. Ella ha querido retratar el personaje desde la adolescencia, y es que... ¿que experiencias marcaron al joven Méndez para decantarse por su trabajo? ¿Como fue la infancia y juventud de este hombre tan querido y admirado por los lectores? 

"Con la hermosura ocurría lo mismo que con la decencia: no hacía falta serlo, bastaba con aparentarlo"
Página 181

Es de agradecer lo sumamente bien escrita que está esta novela. Victoria Gonzalez ha logrado sumergir al lector en la Barcelona de la posguerra, con una cantidad de detalles tan precisos que asombran por su fidelidad. Y no por los datos técnicos, que son los que menos nos interesan como lectores, si no involucrándonos desde fuera y haciéndonos comprender las personalidades de los personajes que describe a lo largo de 320 páginas.

"- Soy un hombre viejo.
  - No será tanto -Méndez intentaba ser cortés.
  - Ya hace tiempo que pasé de los cuarenta.
El chico no dijo nada, pero pensó que sí, que había que reconocer que aquel era ya un hombre en las puertas de la ancianidad"
Página 58

Los constantes guiños a su padre hacen que en más de una ocasión se te pongan los pelos de punta. Y es que, desgraciadamente, hay una generación de jóvenes lectores que asocian a Vazquez Montalban o Gonzalez Ledesma con la prehistoria literaria de nuestro país. Lo que ha conseguido Victoria Gonzalez Torralbo con este libro es arrimarnos a la literatura de su padre sutilmente, incitarnos a seguir con la saga del joven Méndez, descubrir una Barcelona en constante crecimiento y una sociedad que, de la represión y la decadencia, pasó a ser la ciudad que es hoy en día.

Puede que yo fuera de esa generación y no me planteara nunca leer la obra de Ledesma, pero sinceramente, si su hija ha heredado su prosa, doy por sentado que seré fan.



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