EL DIOS DE LAS PEQUEÑAS COSAS
Los gemelos Rahel y Estha son los protagonistas de esta historia basada íntegramente en la India. Los dos hermanos, a los que le separa una diferencia de edad de 18 minutos, han tenido la suerte de nacer en una familia india sin problemas económicos, donde la abuela materna se erige como fundadora de una empresa de conservas y, el patriarca de la familia es funcionario y entomólogo. Sin embargo, detrás de esta apacible situación que a la mayoría de familias indias les daría una tranquilidad próxima a la perfección, se esconde la verdadera vida que envuelve las casas de puertas para adentro, es decir, la aceptación en el círculo familiar de los malos tratos, el estigma que supone para una mujer india divorciarse de su marido, el machismo como pilar de cualquier casa y el abuso sexual a los menores de edad.
Cada uno de los personajes de esta historia tendrá que convivir con los prejuicios que supone vivir en esta India ficticia (basada, claro está, en la real) y asimilar los traumas que les causará la toma de cada una de sus decisiones.
"Rahel miraba a Estha con la curiosidad de una madre que mira a su hijo mojado. Una hermana a su hermano. Una mujer a un hombre. Un gemelo a otro gemelo. Se le ocurrieron dos ideas al mismo tiempo: Que era un desconocido desnudo con el que se había topado por casualidad y que era alguien a quien había conocido antes de que la vida comenzara; alguien que la había guiado nadando para salir del adorado vientre de su madre"
Página 92
Sin ser altamente descriptiva pero acertando profundamente en las descripciones, El dios de las pequeñas cosas le va indicando al lector el camino que va tomando la vida dependiendo de las decisiones que toman sus personajes.
Los términos empleados por la escritora para contar las diferentes situaciones vividas están elegidos para hacer que el lector piense y se sitúe perfectamente en el contexto de la historia y en cómo la ven los ojos de dos niños a las puertas de la adolescencia. Mientras leía, me parecía que todo el libro era una tragedia ligada a un juicio previo. Por ejemplo, cuando el tío de los gemelos regresa a India después de estudiar en Oxford y toma el control de la empresa de su madre, el machismo se apodera de la unidad familiar hasta tal punto que es capaz de repudiar a su hermana y expulsarla de casa por enamorarse de una persona de casta inferior. Así que, presionada por las circunstancias, Ammu, la madre de los gemelos, decide separarlos y el tiempo hace que no se reencuentren hasta 23 años después, cuando Estha ha perdido toda la confianza en sí mismo y vive recluido en un mundo lejano lleno de soledad sin poder comunicarse con nadie. Rahel, en este tiempo, deambula sin sentido, se casa con un extranjero, viaja con su marido y regresa de nuevo a la India con la palabra fracaso tatuada en sus ojos pero con un motivo concreto: su hermano ha sido "devuelto" a casa y quiere reunirse con él.
Después de estudiar la vida de la escritora, posiblemente el personaje que más se identifique con ella sea la trepidante e inquieta Rahel. Nos obstante, todos y cada uno de los sujetos que aparecen y desaparecen en la novela, transmiten pinceladas de lo que significa la vida para Arundhati Roy. Una mujer valiente, comprometida con la política de su país, activista que protesta contra las pruebas de armas que realiza el gobierno indio en diferentes estados, arquitecta y bohemia. Escritora, guionista y trabajadora social. Un batiburrilo de definiciones que parece que no tengan que representar a la misma persona, pero que la agrupan en un solo ser.
Pocas cosas hay que me hagan disfrutar tanto como poder dedicar un día completo a la lectura de un libro. Buscar un sitio cómodo, con buena luz, abrir la primera hoja, oler las páginas y dejar que las horas discurran como transcurre la historia que sujeto entre mis manos. Mi único objetivo es cerrar el tomo cuando haya llegado al final y las palabras me lleven a los agradecimientos, que leo siempre prestando mucha atención. (Me gustan, soy rara). Al mismo tiempo, mi mente es una contradicción continua, pues esa sensación de placer que me produce invertir una jornada completa en devorar, apuntar, pensar y transcribir dicho libro, se transforma en compasión cuando pienso en la cantidad de tiempo que ha dedicado el autor a su obra. Es decir, en un día de lectura me he fundido lo que le ha costado cuatro años de escritura a la autora de este libro. Por lo tanto, me parece sumamente injusto y, aunque no me voy a autoflagelar por ello, me consuelo pensando que éstas cosas no solo me pasan a mi...
"La memoria era como aquella mujer del tren. Loca, porque se dedicaba a examinar cuidadosamente cosas oscuras, guardadas en un armario, para luego emerger con las más insólitas: una mirada fugaz, un sentimiento, el olor del humo, un limpiaparabrisas, los ojos marmóreos de una madre. Y, a la vez, bastante cuerda, porque dejaba enormes extensiones de oscuridad sin desvelar. Sin recordar."
Página 74
martes, 20 de noviembre de 2018
jueves, 15 de noviembre de 2018
EL DÍA QUE MATARON AL LÍDER
Naguib Mahfouz vuelve a darle una vuelta de tuerca al pueblo egipcio en su novela "El día que mataron al líder". Ambientada en las cuatro paredes de una casa familiar, este corto pero intenso relato está narrado en primera persona por los tres personajes que componen la historia y que ven la vida de manera muy diferente.
Muhtashami Zayid es el personaje más carismático de esta historia de amor. Con unas certeras y trabajadas reflexiones sobre la vida, el abuelo octogenario de Alwán Fawaz, le da una pincelada de cordura a la turbulenta vida de su nieto. Viudo, apasionado de la lectura y fiel devoto de las leyes islámicas, intenta aconsejar a Alwán de una forma cauta, intentando no influir en sus decisiones finales, evitando el dolor y el sufrimiento que causa la verdad manifiesta, y sabiendo lo difícil que es para propio afectado discernir cual es, en realidad, la base de todos sus problemas.
"El día transcurre entre las devociones, las recitaciones del Corán, las comidas y las canciones. A los ochenta años se espera la llegada de un invitado que no ofrece ninguna duda. Señor, haz que el final sea bello, aparta de nosotros la incapacidad y el dolor, reparte los dones de Tu misericordia por los rincones de esta casa sólida".
Página 99
Alwán Fawaz vive con sus padres en la casa familiar. Sin embargo, la relación que mantiene con su abuelo Muhtashami Zayid es única, sana y envidiable. Este joven se apoya en su predecesor para descargar las frustraciones que lo atormentan diariamente y busca consuelo en las palabras del viejo sabio. De entre todos sus problemas hay uno que lo atosiga por encima de los demás: no poder pagar la dote que se exige a los muchachos para poder casarse con la mujer elegida. Los comentarios jocosos de sus padres, la presión por parte de la familia de la novia y la humillación constante a la que se ve sometido por parte de su jefe, hacen que la personalidad de Alwán se trunque y se vuelva un chico visceral con un carácter tempestivo. La pareja lleva años esperando el momento para poder casarse, pero el sueldo de Alwán es tan ridículo que no le da la posibilidad de ahorrar lo suficiente para poder tomarla como esposa. A esto se le suma el mayor problema de todos: el tiempo pasa y los planes de un futuro en común cada día están más lejos.
"Han pasado tres años; ya hemos cumplido los veintiséis. Estaba enamorado, pero me he convertido en una persona agobiada, frustrada y responsable. Ahora no nos vemos para hacernos confidencias sino para hablar casi exclusivamente de cosas prácticas: el piso... los muebles, las cargas de la vida en común. Ninguno de los dos encontramos la solución. Solo tenemos amor y obstinación"
Página 31
Randa Sulaymán Mubarak es la prometida de Alwán Fawaz. Randa es la única de esta apasionada historia que cree en el amor, confía en su prometido y no lo presiona para casarse. Sabe que el día llegará, aunque, como al resto de personajes secundarios de esta novela, no tiene conocimiento de cuando. Sobre esta situación y la cuenta atrás que supone la perdida de tiempo para Randa, versa toda la historia. Sus padres, egoístas hasta un punto inconcebible, negocian el casamiento de su hija como si se tratara de una pieza de ganado y saben que si no se casa pronto, la reputación y los valores de la joven ya no serán una buena moneda de cambio. No hace falta leer entre lineas para comprender que lo que los padres de Randa tratan de proteger a toda costa es su virginidad para poder sacar un mayor beneficio de ella.
Randa está al corriente de la situación, Alwán lo respeta y el abuelo Zayid reza sin parar. A él le gustaría que le alcanzara la muerte antes de ver sufrir a su nieto.
"La disciplina es una característica que compuse en lo más profundo de mi ser desde la infancia. Mi diálogo con mis deseos siempre prevalece. No me dejo influir por las experiencias que he vivido de cerca. Soy precavida al imaginar el significado de la libertad. Permanezco impasible ante las habituales y ridículas acusaciones de "cerrada" y "retrógrada"; sin embargo, no soy inmune a la tristeza".
Página 71
Aunque hayan cientos de maneras de acabar este relato minimamente bien, cuidado: ¡pocas veces existen los finales felices en las novelas del escritor Naguib Mahfouz! Este señor, Premio Nobel de Literatura en el año 1.988, utilizó la muerte del presidente egipcio Saddat en el año 1.981 para poner en entredicho lo que verdaderamente significan los valores para la sociedad egipcia. La codicia y el materialismo unidos a la represión sexual que sufren los jóvenes, son una bomba de relojería para todas las personas que se ven obligadas a seguir a rajatabla los mandamientos del Corán.
Con un final totalmente inesperado y apoteósico, Naguib Mahfouz corona esta novela y yo me proclamo fan número uno suya.
"- ¿Me perdonarás que te diga algo que te va a disgustar? - pregunté.
Me miró de forma suplicante y repuso con ironía:
- Así es como empiezan las conversaciones, abuelo."
Página 78
Muhtashami Zayid es el personaje más carismático de esta historia de amor. Con unas certeras y trabajadas reflexiones sobre la vida, el abuelo octogenario de Alwán Fawaz, le da una pincelada de cordura a la turbulenta vida de su nieto. Viudo, apasionado de la lectura y fiel devoto de las leyes islámicas, intenta aconsejar a Alwán de una forma cauta, intentando no influir en sus decisiones finales, evitando el dolor y el sufrimiento que causa la verdad manifiesta, y sabiendo lo difícil que es para propio afectado discernir cual es, en realidad, la base de todos sus problemas.
"El día transcurre entre las devociones, las recitaciones del Corán, las comidas y las canciones. A los ochenta años se espera la llegada de un invitado que no ofrece ninguna duda. Señor, haz que el final sea bello, aparta de nosotros la incapacidad y el dolor, reparte los dones de Tu misericordia por los rincones de esta casa sólida".
Página 99
Alwán Fawaz vive con sus padres en la casa familiar. Sin embargo, la relación que mantiene con su abuelo Muhtashami Zayid es única, sana y envidiable. Este joven se apoya en su predecesor para descargar las frustraciones que lo atormentan diariamente y busca consuelo en las palabras del viejo sabio. De entre todos sus problemas hay uno que lo atosiga por encima de los demás: no poder pagar la dote que se exige a los muchachos para poder casarse con la mujer elegida. Los comentarios jocosos de sus padres, la presión por parte de la familia de la novia y la humillación constante a la que se ve sometido por parte de su jefe, hacen que la personalidad de Alwán se trunque y se vuelva un chico visceral con un carácter tempestivo. La pareja lleva años esperando el momento para poder casarse, pero el sueldo de Alwán es tan ridículo que no le da la posibilidad de ahorrar lo suficiente para poder tomarla como esposa. A esto se le suma el mayor problema de todos: el tiempo pasa y los planes de un futuro en común cada día están más lejos.
"Han pasado tres años; ya hemos cumplido los veintiséis. Estaba enamorado, pero me he convertido en una persona agobiada, frustrada y responsable. Ahora no nos vemos para hacernos confidencias sino para hablar casi exclusivamente de cosas prácticas: el piso... los muebles, las cargas de la vida en común. Ninguno de los dos encontramos la solución. Solo tenemos amor y obstinación"
Página 31
Randa Sulaymán Mubarak es la prometida de Alwán Fawaz. Randa es la única de esta apasionada historia que cree en el amor, confía en su prometido y no lo presiona para casarse. Sabe que el día llegará, aunque, como al resto de personajes secundarios de esta novela, no tiene conocimiento de cuando. Sobre esta situación y la cuenta atrás que supone la perdida de tiempo para Randa, versa toda la historia. Sus padres, egoístas hasta un punto inconcebible, negocian el casamiento de su hija como si se tratara de una pieza de ganado y saben que si no se casa pronto, la reputación y los valores de la joven ya no serán una buena moneda de cambio. No hace falta leer entre lineas para comprender que lo que los padres de Randa tratan de proteger a toda costa es su virginidad para poder sacar un mayor beneficio de ella.
Randa está al corriente de la situación, Alwán lo respeta y el abuelo Zayid reza sin parar. A él le gustaría que le alcanzara la muerte antes de ver sufrir a su nieto.
"La disciplina es una característica que compuse en lo más profundo de mi ser desde la infancia. Mi diálogo con mis deseos siempre prevalece. No me dejo influir por las experiencias que he vivido de cerca. Soy precavida al imaginar el significado de la libertad. Permanezco impasible ante las habituales y ridículas acusaciones de "cerrada" y "retrógrada"; sin embargo, no soy inmune a la tristeza".
Página 71
Aunque hayan cientos de maneras de acabar este relato minimamente bien, cuidado: ¡pocas veces existen los finales felices en las novelas del escritor Naguib Mahfouz! Este señor, Premio Nobel de Literatura en el año 1.988, utilizó la muerte del presidente egipcio Saddat en el año 1.981 para poner en entredicho lo que verdaderamente significan los valores para la sociedad egipcia. La codicia y el materialismo unidos a la represión sexual que sufren los jóvenes, son una bomba de relojería para todas las personas que se ven obligadas a seguir a rajatabla los mandamientos del Corán.
Con un final totalmente inesperado y apoteósico, Naguib Mahfouz corona esta novela y yo me proclamo fan número uno suya.
"- ¿Me perdonarás que te diga algo que te va a disgustar? - pregunté.
Me miró de forma suplicante y repuso con ironía:
- Así es como empiezan las conversaciones, abuelo."
Página 78
miércoles, 7 de noviembre de 2018
EL CALLEJÓN DE LOS MILAGROS
Hamida es la joven más bella del callejón de Midaq. Con su larga melena negra, cubierta siempre por un pañuelo para evitar que se le adhiera el polvo de la calle, atrae las miradas de la mayoría de los hombres del callejón, excepto de uno. El señor Krisha regenta el café donde, entre té y té, da una cabezada a la espera de la llegada de algún jovencito que pueda cortejar. La desdicha de este hombre es tener que soportar los alaridos de su mujer públicamente mientras él busca consuelo en los brazos de otro varón. Esta vida libertina es la que reprende el sabio Radwan Hussainy. Aunque él mismo no se considere profeta, su profunda fe y la devoción religiosa que profesa atraen a los vecinos en busca de un buen consejo. Su trabajo consiste en redirigir a los pecadores por un camino digno de las leyes coránicas, pero con Zaita tiene mucha faena por delante. El conocido como Rey de los mendigos, se dedica, literalmente, a la fabricación de lisiados, creando a través de los utensilios que dispone en su estantería, la lesión más adecuada para cada personaje. Aunque para personaje, el dueño del bazar y el señor más rico del callejón. Salim Alwan vive obsesionado con su salud y con la belleza de la joven Hamida, que tendrá que compartir con su pretendiente, Abbas el barbero, que de vuelta del servicio militar se encontrará con la desaparición de la joven...
Con esta caterva de singulares personajes es imposible que no sucediera un milagro en las manos del escritor egipcio Naguib Mahfouz...
"Muchos son los detalles que lo proclaman: el callejón de Midaq fue una de las joyas de otros tiempos y actualmente es una de las rutilantes estrellas de la historia de El Cairo. ¿A qué Cairo me refiero? ¿Al de los fatimíes, al de los mamelucos o al de los sultanes? La respuesta sólo la saben Dios y los arqueólogos"
Página 7
Con el poder de la imaginación y el don de la pluma adherido a sus manos, Naguib Mahfouz ha conseguido que su obra "El callejón de los milagros" me acerque al Egipto de los años 40 de la mano de una cantidad de gente muy peculiar. La pobreza y la miseria conducen a la mayoría de los personajes de esta novela a buscarse la vida empleando métodos poco éticos: Señoras que buscan maridos a sus vecinas a cambio de una comisión, dentistas que asaltan tumbas para robar las dentaduras que poco después encajarán en otras bocas y hombres que reclutan prostitutas para ofrecérselas a los oficiales americanos supervivientes de la Segunda Guerra Mundial. Nada de estas acciones me sorprende si analizamos el contexto de la época y la necesidad de supervivencia que ha demostrado el pueblo árabe en general. Lo que si me impresiona en buena manera (y tiene mucho que ver con la cantidad de escritores que lo reproducen) es descubrir como, en la misma época en la que versan todos los relatos, la libertad de expresión no estaba castigada. Algo que, actualmente, y tras varios cambios políticos, sería inconcebible en un país dirigido por las leyes del Corán.
La concesión del Premio Nobel de Literatura en el año 1.988 supuso para Naguib Mahfouz el reconocimiento a su trayectoria como poeta, novelista y articulista, y le proporcionó la fama mundial, elevándolo a la categoría de "padre de la prosa árabe". Pero no todo fue un camino de rosas para el consolidado escritor. Con la llegada de los extremistas islámicos empezaron a surgir graves problemas, pues estos grupos consideraban que sus obras eran una blasfemia contra la religión musulmana. Una noche, unos asaltantes le atacaron por la espalda causándole una herida grave en el cuello provocada por arma blanca. Esta agresión le dejo graves secuelas que minaron su capacidad auditiva y visual, y provocaron la reclusión en su hogar hasta el día de su muerte en el año 2.006. No obstante, durante este tiempo, Naguib Mahfouz no se rindió y siguió trabajando incansablemente hasta el final de sus días, dejando tras de sí una trayectoria literaria de más de 50 obras, entre guiones cinematográficos, obras de teatro y novelas.
Leerlo es revivir las historias de un Egipto pasado, lejos de represión. Es vivir la historia más viva de un país con multitud de gente diversa y libre, solamente ligada a la esclavitud de haber nacido en un país marcado por las irregularidades políticas y sociales. Es creer en la libertad de expresión y sobretodo, anhelar su vuelta. Es conocer su gente, su comida, sus olores y su particular vida. Leer a Naguib Mahfouz es soñar con lo que un día fue Egipto.
Con esta caterva de singulares personajes es imposible que no sucediera un milagro en las manos del escritor egipcio Naguib Mahfouz...
"Muchos son los detalles que lo proclaman: el callejón de Midaq fue una de las joyas de otros tiempos y actualmente es una de las rutilantes estrellas de la historia de El Cairo. ¿A qué Cairo me refiero? ¿Al de los fatimíes, al de los mamelucos o al de los sultanes? La respuesta sólo la saben Dios y los arqueólogos"
Página 7
Con el poder de la imaginación y el don de la pluma adherido a sus manos, Naguib Mahfouz ha conseguido que su obra "El callejón de los milagros" me acerque al Egipto de los años 40 de la mano de una cantidad de gente muy peculiar. La pobreza y la miseria conducen a la mayoría de los personajes de esta novela a buscarse la vida empleando métodos poco éticos: Señoras que buscan maridos a sus vecinas a cambio de una comisión, dentistas que asaltan tumbas para robar las dentaduras que poco después encajarán en otras bocas y hombres que reclutan prostitutas para ofrecérselas a los oficiales americanos supervivientes de la Segunda Guerra Mundial. Nada de estas acciones me sorprende si analizamos el contexto de la época y la necesidad de supervivencia que ha demostrado el pueblo árabe en general. Lo que si me impresiona en buena manera (y tiene mucho que ver con la cantidad de escritores que lo reproducen) es descubrir como, en la misma época en la que versan todos los relatos, la libertad de expresión no estaba castigada. Algo que, actualmente, y tras varios cambios políticos, sería inconcebible en un país dirigido por las leyes del Corán.
La concesión del Premio Nobel de Literatura en el año 1.988 supuso para Naguib Mahfouz el reconocimiento a su trayectoria como poeta, novelista y articulista, y le proporcionó la fama mundial, elevándolo a la categoría de "padre de la prosa árabe". Pero no todo fue un camino de rosas para el consolidado escritor. Con la llegada de los extremistas islámicos empezaron a surgir graves problemas, pues estos grupos consideraban que sus obras eran una blasfemia contra la religión musulmana. Una noche, unos asaltantes le atacaron por la espalda causándole una herida grave en el cuello provocada por arma blanca. Esta agresión le dejo graves secuelas que minaron su capacidad auditiva y visual, y provocaron la reclusión en su hogar hasta el día de su muerte en el año 2.006. No obstante, durante este tiempo, Naguib Mahfouz no se rindió y siguió trabajando incansablemente hasta el final de sus días, dejando tras de sí una trayectoria literaria de más de 50 obras, entre guiones cinematográficos, obras de teatro y novelas.
Leerlo es revivir las historias de un Egipto pasado, lejos de represión. Es vivir la historia más viva de un país con multitud de gente diversa y libre, solamente ligada a la esclavitud de haber nacido en un país marcado por las irregularidades políticas y sociales. Es creer en la libertad de expresión y sobretodo, anhelar su vuelta. Es conocer su gente, su comida, sus olores y su particular vida. Leer a Naguib Mahfouz es soñar con lo que un día fue Egipto.
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