Estrambótica, singular, original, amena, divertida y negra.
De un negro camuflado por altas dosis de incredulidad, pero negro al fin y al cabo
Viktor Zolotaryov es un frustrado escritor de relatos breves que vive con un pingüino en una Ucrania en pleno proceso de construcción. Esa es la promoción del libro, y eso es lo que te encuentras cuando empiezas a leerlo.
Misha es el protagonista de esta historia sin lugar a dudas, desde el principio hasta el final, y aunque tiene todos los números para considerarse un pingüino afortunado, esa suerte no le de la felicidad. El día que cierran el zoo de Kiev, los dueños del complejo los ofrecen como caramelos para que los vecinos se hagan cargo de él y de su familia, y fíjate, coincide casualmente con que el bueno de Viktor pasa por allí y decide llevarse uno a casa.
A partir del momento en que la vida de ambos se une, intentan crear unos hábitos diarios para proporcionar al animal algún tipo de estabilidad física y emocional. Llenan la bañera con agua helada para que se pueda bañar y comen tres veces al día pescado congelado, eso el pingüino, por que Viktor sobrevive a base de patatas y vodka.
El otro protagonista de esta historia, el señor Viktor, es una persona fracasada que no consigue un trabajo digno hasta que lo llaman de la redacción de un periódico local para un asunto altamente confidencial: necesitan a un escritor que se encargue de escribir las esquelas de diputados, gángsters y gente del mundo de la cultura componiéndolas a partir de una lista de recortes que le proporcionarían diferentes personas de la redacción.
Ningún problema a la vista salvo un detalle insignificante, y es que mientras él escribe sus necrológicas, las personas en concreto todavía están vivas.
A partir de este suceso, que ocurre en la página número 11 (he tardado más en llegar yo al meollo que el escritor), toda la trama del libro gira en torno a la insulsa vida del protagonista y la apatía que lo rodea. Sin embargo, no se hace una lectura pesada porque está escrita con un vocabulario como si fuera un cuento para niños.
Personajes nuevos aparecen y desaparecen en su vida dándole un poco de acción a la novela, sucesos inesperados irrumpen su monotonía y muertes anunciadas abren cicatrices.
Cuando el protagonista decide preguntar sobre lo que viene siendo una sospecha, se lleva una sorpresa como respuesta:
"Si algún día se le explicara la labor que realiza, tanto su trabajo como su vida ya no valdrán nada"
Así que el protagonista sigue con su vida y con los cambios que el transcurso del tiempo le brinda. Adopta por obligación a una niña que casi no conoce y a la vez tiene una relación con la cuidadora de la misma, de la que tampoco sabe mucho.
Mientras siguen pasando cosas raras a su alrededor, Misha enferma de tristeza y es aquí cuando al lector le toca intervenir. Decide si llorar o no, pero tranquilos, solo en un página, porque no olvidemos que es una novela negra y faltan muchas cosas por pasar que no se pueden contar...
Tengo que reconocer que su lectura ha estado continuamente marcada por la visión que tengo del escritor explicando el proceso de escritura. Por esa risa acompañada del levantamiento de cejas, por el movimiento de sus manos y por su buen humor y disposición a la hora de contarnos las experiencias más duras que le pueden suceder a una persona cuando menos se lo espera. Si tuviera que criticar alguna parte del libro, sin duda sería el final excesivamente rápido y abierto que deja, pero bueno, también es señal de que habrá continuación, y tengo que reconocer que a mi las continuaciones negras me gustan mucho...