martes, 20 de noviembre de 2018

LA INDIA DE ARUNDHATI ROY

EL DIOS DE LAS PEQUEÑAS COSAS

Los gemelos Rahel y Estha son los protagonistas de esta historia basada íntegramente en la India. Los dos hermanos, a los que le separa una diferencia de edad de 18 minutos, han tenido la suerte de nacer en una familia india sin problemas económicos, donde la abuela materna se erige como fundadora de una empresa de conservas y, el patriarca de la familia es funcionario y entomólogo. Sin embargo, detrás de esta apacible situación que a la mayoría de familias indias les daría una tranquilidad próxima a la perfección, se esconde la verdadera vida que envuelve las casas de puertas para adentro, es decir, la aceptación en el círculo familiar de los malos tratos, el estigma que supone para una mujer india divorciarse de su marido, el machismo como pilar de cualquier casa y el abuso sexual a los menores de edad. 
Cada uno de los personajes de esta historia tendrá que convivir con los prejuicios que supone vivir en esta India ficticia (basada, claro está, en la real) y asimilar los traumas que les causará la toma de cada una de sus decisiones.



"Rahel miraba a Estha con la curiosidad de una madre que mira a su hijo mojado. Una hermana a su hermano. Una mujer a un hombre. Un gemelo a otro gemelo. Se le ocurrieron dos ideas al mismo tiempo: Que era un desconocido desnudo con el que se había topado por casualidad y que era alguien a quien había conocido antes de que la vida comenzara; alguien que la había guiado nadando para salir del adorado vientre de su madre"
Página 92

Sin ser altamente descriptiva pero acertando profundamente en las descripciones, El dios de las pequeñas cosas le va indicando al lector el camino que va tomando la vida dependiendo de las decisiones que toman sus personajes.
Los términos empleados por la escritora para contar las diferentes situaciones vividas están elegidos para hacer que el lector piense y se sitúe perfectamente en el contexto de la historia y en cómo la ven los ojos de dos niños a las puertas de la adolescencia. Mientras leía, me parecía que todo el libro era una tragedia ligada a un juicio previo. Por ejemplo, cuando el tío de los gemelos regresa a India después de estudiar en Oxford y toma el control de la empresa de su madre, el machismo se apodera de la unidad familiar hasta tal punto que es capaz de repudiar a su hermana y expulsarla de casa por enamorarse de una persona de casta inferior. Así que, presionada por las circunstancias, Ammu, la madre de los gemelos, decide separarlos y el tiempo hace que no se reencuentren hasta 23 años después, cuando Estha ha perdido toda la confianza en sí mismo y vive recluido en un mundo lejano lleno de soledad sin poder comunicarse con nadie. Rahel, en este tiempo, deambula sin sentido, se casa con un extranjero, viaja con su marido y regresa de nuevo a la India con la palabra fracaso tatuada en sus ojos pero con un motivo concreto: su hermano ha sido "devuelto" a casa y quiere reunirse con él. 

Después de estudiar la vida de la escritora, posiblemente el personaje que más se identifique con ella sea la trepidante e inquieta Rahel. Nos obstante, todos y cada uno de los sujetos que aparecen y desaparecen en la novela, transmiten pinceladas de lo que significa la vida para Arundhati Roy. Una mujer valiente, comprometida con la política de su país, activista que protesta contra las pruebas de armas que realiza el gobierno indio en diferentes estados, arquitecta y bohemia. Escritora, guionista y trabajadora social. Un batiburrilo de definiciones que parece que no tengan que representar a la misma persona, pero que la agrupan en un solo ser.

Pocas cosas hay que me hagan disfrutar tanto como poder dedicar un día completo a la lectura de un libro. Buscar un sitio cómodo, con buena luz, abrir la primera hoja, oler las páginas y dejar que las horas discurran como transcurre la historia que sujeto entre mis manos. Mi único objetivo es cerrar el tomo cuando haya llegado al final y las palabras me lleven a los agradecimientos, que leo siempre prestando mucha atención. (Me gustan, soy rara). Al mismo tiempo, mi mente es una contradicción continua, pues esa sensación de placer que me produce invertir una jornada completa en devorar, apuntar, pensar y transcribir dicho libro, se transforma en compasión cuando pienso en la cantidad de tiempo que ha dedicado el autor a su obra. Es decir, en un día de lectura me he fundido lo que le ha costado cuatro años de escritura a la autora de este libro. Por lo tanto, me parece sumamente injusto y, aunque no me voy a autoflagelar por ello, me consuelo pensando que éstas cosas no solo me pasan a mi...

"La memoria era como aquella mujer del tren. Loca, porque se dedicaba a examinar cuidadosamente cosas oscuras, guardadas en un armario, para luego emerger con las más insólitas: una mirada fugaz, un sentimiento, el olor del humo, un limpiaparabrisas, los ojos marmóreos de una madre. Y, a la vez, bastante cuerda, porque dejaba enormes extensiones de oscuridad sin desvelar. Sin recordar."
Página 74

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